En junio de 1986, el Barcelona se gastó 600 millones de pesetas, dos millones y medio de libras esterlinas de entonces, poco más de tres millones de euros de ahora, en el fichaje de un delantero inglés tenaz y goleador –máximo realizador del Mundial 86 con seis dianas–. El descubrimiento era Gary Lineker y en 139 partidos con el conjunto catalán en tres temporadas firmó 52 goles en todas las competiciones, un balance más que aceptable. A Lineker, que ya apuntaba maneras entonces como comunicador, le corresponde una frase histórica en el mundo del fútbol cuando tras perder contra Alemania en las semifinales del Mundial de 1990 dijo: “El fútbol es un juego simple: 22 hombres corren detrás de un balón durante 90 minutos y, al final, los alemanes siempre ganan”.

Lineker dejó el fútbol en 1994 y no tardó en dar el salto a los medios de comunicación, abriendo una veta que se viene imponiendo especialmente en los últimos años con la incorporación de exfutbolistas a labores de comentarista. Lo suyo fue más sonado porque entró en la BBC y desde 1999 es el presentador de Match of the Day (El Partido del Día), un programa sobre fútbol.

Pero Lineker, 62 años, lleva tiempo convertido en azote de las políticas conservadoras y hace unas semanas sacó su látigo en Twitter para enfurecer al Partido Conservador y a la derecha mediática con un comentario en contra de la nueva política de inmigración del Gobierno de Rishi Sunak. Comparaba el lenguaje empleado por la ministra del Interior, Suella Braverman, con el utilizado en la Alemania nazi de los años treinta. Hubo lío. La BBC apartó a Lineker de la dirección del programa pero, su popularidad por un lado, y el severo debate sobre la libertad de opinión por otro, hicieron que la entidad le repusiera en su sitio –también hubo boicot a la cadena–.

La BBC suele ser señalada y reconocida como ejemplo de independencia en la información y los periodistas miramos con curiosidad a lo que pasa alrededor de aquel mastodonte que creemos –soñamos– es sinónimo de recipiente de libertad de expresión. Por eso, la represalia sobre uno de sus trabajadores por exponer sus opiniones en sus canales de expresión personales –nueve millones de seguidores tiene en Twitter– confirma que los malos tiempos ya estaban por aquí. Aunque han sacado la pata con Lineker y lo readmitieron –el asunto ha quedado digerido rápdimente–, el hecho chirría. Se ha aireado también que cobra más de un millón de euros de la BBC –acaba de ganar una batalla a la Hacienda británica, que nadie le quita ojo–, como si con ello su adhesión a unas ideas –las de la cadena de televisión, claro– ya estuviese comprada con el sueldo. Si sus comentarios hubiesen sido favorables al Gobierno, ¿hubiera habido destitución?... Pobrecitos periodistas sin leyenda, cualquiera te cruje... Ahí mismo, en esa esquina.