Fin de semana de efemérides de arte. Dos de los grandes se fueron un mes de abril, ese mes que le robaron a Sabina en una de sus hermosas canciones. Este domingo se cumplen 20 años de la muerte de Jorge Oteiza, el escultor vasco que legó su obra a Navarra para crear la Fundación que lleva su nombre en Alzuza, un proyecto artístico que también abrió sus puertas hace dos décadas, sin que el escultor de Orio viera su proyecto hecho realidad. Y un día antes, el sábado se cumplen 50 años de la muerte de Pablo Picasso, otro de los más grandes, este sí con reconocimiento internacional, autor del Gernica, su cuadro más mítico y conocido. Creo que Oteiza y Picasso no se llegaron a conocer nunca aunque por edad quizás podrían haber coincidido. Sus vidas y sus obras distan mucho y esa distancia se ha mantenido con sus legados. El de Oteiza sigue esperando una protección internacional, el de Picasso vuela alto por todo el mundo, como sus palomas de la paz. Difícil entrar en comparaciones entre ambos. Mientras uno está presente en los principales museos de todo el mundo con un legado repartido por espacios que llevan su nombre en diferentes ciudades, la obra de Oteiza reposa en calma en el bello edificio de Saenz de Oiza, sin acabar de tener su sitio en las colecciones de otros centros de arte, sin despegar. Pero hay algo que creo que los diferencia todavía más, aunque es una interpretación subjetiva. Me refiero a cómo fue su relación con las mujeres, la manera en que amaron y se relacionaron con ellas El historial de Picasso con las mujeres de su vida tiene puntos oscuros ligados al carácter violento del artista y a sus constantes infidelidades. Se mezclan esposas, tuvo dos, Olga Jojlova Jacqueline Roque y amantes como la fotógrafa, poeta y pintora Dora Maar. Es cierto que tuvo grandes amores correspondidos, pero sus biografías muestran tantas luces como sombras. Poco que ver con Jorge Oteiza que se casó una sola vez con Itziar Carreño, el amor de su vida, a la que decidó los versos Itziar elegía creados por el escultor un año después de la muerte de su esposa, en 1992. Sin ella se quedó perdido, como sin rumbo, porque era Itziar la que le mantenía anclado al mundo real al que regresaba cuando dejaba de crear. Los genios, y Oteiza como Picasso lo era, tienen eso, que viven en sus mundos y que muchas veces necesitan alguien fuerte a su lado, que suele ser su pareja tan genial como ellos. En Alzuza reposan dos cruces unidas en el cementerio, el escultor las mandó hacer cuando ella murió, para seguir juntos, como así fue unos años después. Hace 20 años ya.