Estos días la Guardia Civil ha localizado y borrado en Espinal varias flechas amarillas que desviaban a los peregrinos hacia el camino de Sorogain. Una vez allí les sería fácil perder definitivamente la ruta jacobea porque no hay señalización ni cobertura móvil. Esto, dicho así, podría ser perfectamente el principio de una intrigante novela negra firmada por Dolores Redondo o Alberto Ladrón. Por otra parte, algunos apuntan a que los responsables pueden ser hosteleros pretendiendo dirigir a los viajeros hacia sus negocios, como ha pasado en otros muchos lugares, algo poco probable porque, desgraciadamente, en esta zona tampoco hay tanta competencia entre establecimientos. Seguramente la explicación será más sencilla y puede que se trate, simplemente, de una gamberrada o de una protesta por las molestias que pueda provocar el paso de tanta gente. En algún medio ya han asegurado que en el pueblo conocen la identidad del autor y que éste ha prometido que no volverá a hacer algo así.

En cualquier caso, nada nuevo. En todo el camino y desde siempre ha habido peligros, de hecho, las plagas de bandidos fueron el motivo que llevó a Teobaldo II a fundar Espinal en 1269 con el fin de evitar un largo tramo sin poblaciones. Cabe recordar también, lo que contaba el clérigo franco Aymeric Picaud en su crónica jacobea del s. XII: «Son un pueblo bárbaro, diferente de todos los demás en sus costumbres y naturaleza (…) Por una miserable moneda, un navarro o un vasco liquida, como pueda, a un francés.» Tranquilo Aymeric, que la cosa ya está más tranquila, aunque de vez en cuando se revolucionen las flechas amarillas.