Gran Hermano nos ha enseñado que llenarlo todo de cámaras no sirve para evitar delitos, si acaso para que los vea más gente. Dura lección con forma de 15 meses de prisión y otros cuatro años de alejamiento para uno de los concursantes, José María López, que deberá indemnizar, a su vez, con 6.000 euros a otra participante, Carlota Prado, por un delito de abusos sexuales en el transcurso de su convivencia en la casa ante cientos de cámaras y millones de espectadores.

La sentencia añade, además, otros mil euros a pagar por la productora, Zeppelin TV (conjuntamente con Chubb European Group LTD) por el daño moral ocasionado a la joven al mostrarle, a bocajarro -sin previo aviso, acompañamiento ni preparación alguna- la grabación de lo ocurrido causándole un proceso de “ansiedad y estrés, que en fechas posteriores condujo a un trastorno psicológico”. Aquel momento, tan duro como innecesariamente cruel, en el que ella estaba sola en el confesionario mientras le mostraban las imágenes del abuso sexual, fue grabado por el programa y se hizo viral tras ser difundido por El Confidencial, previa autorización de la víctima.

La sentencia considera probado que el ahora condenado, “a sabiendas” de que la joven se encontraba “bajo los efectos de un sopor etílico que le conduciría después a la inconsciencia, le quitó los pantalones y comenzó a realizar bajo el edredón movimientos de carácter sexual”, pese a la negativa de ella, a la que utilizó “a modo de juguete sexual, sin la menor sombra de consentimiento”. De hecho, la jueza lamenta que lo que hizo con la víctima “degrada todo significado jurídicamente admisible de un acto sexual” ya que Carlota “estaba privada de todo sentido durante el desarrollo del acto punible y en condiciones deplorables a lo largo de todo el intervalo que cubre la grabación”.  

Además, se pone en tela de juicio el proceder del programa por la “escasez de alimentos” proporcionado a los concursantes frente a su generosidad al regarles de alcohol. Ya saben, esas fiestas nocturnas para desinhibir al personal, cuyas imágenes luego sirven para cebar Sálvames, Ana Rosas y Socialités, donde un edredoning se celebra como la primera vez que el hombre pisó la Luna.

La esperada sentencia ha llegado casi seis años después de que aquellos hechos, ocurridos en Gran Hermano Revolution 2017, provocaran que Tele 5 prescindiera de su marca más famosa tras la espantada publicitaria sufrida durante la emisión de GH VIP, que tanto recordó al caso La Noria, antes de que el programa acabara cancelado.

Tele 5, como entonces, ha luchado este tiempo por mantener vivo el formato rebautizado con una marca blanca (Secret Story, entre otras), a la espera de que la sentencia calmara los ánimos y le permita recuperar el Gran Hermano original en un momento en el que las bajas audiencias de la cadena precisan, más que nunca, la vuelta de su formato más exhibicionista.

Sin embargo, la condena no pone las cosas fáciles para retomar el programa de los mil ojos que todo lo ven, pero se ha mostrado ciego para detectar y actuar a tiempo ante una agresión sexual ocurrida delante de sus narices. Es cierto que Tele 5 ha salido ileso del caso (solo se citó para testificar a la productora) y que la vuelta de Gran Hermano va a depender del relato que la cadena haga de lo ocurrido (¿un nuevo protocolo para evitar agresiones sexuales?) aunque, sobre todo, va a depender de cómo lo acepten espectadores y anunciantes. Es decir, de cómo lo acepta usted. Y aquí está el verdadero experimento sociológico.