La Roma perdió la final de la Liga Europa y Mourinho le dio su medalla a un joven aficionado del equipo. Con este argumento: “Las medallas de oro las guardo; las de plata no las quiero y siempre las regalo”. Que lo mismo podría haber dicho: “No le doy el menor mérito a haber llegado a la final con la semi-modesta Roma”. O, aún peor: “Solo la victoria importa”. Y lo que más fastidia es que este avatar malote con el que Mourinho va por la vida tiene su público, encantado con las boutades antideportivas del técnico portugués. El mundo del deporte reivindica sus indiscutibles valores, comenzando por el respeto, pero luego pasan estas cosas.

Nuestra esperanza es que ese chaval no aprenda tan penosa lección y guarde para siempre con cariño esa medalla de plata, con el grato recuerdo de que su equipo llegó a una final europea y poco le faltó para ganarla, y no con el desdén y el desprecio con los que Mou la recibió y la regaló.