Ha muerto Milan Kundera, autor internacionalmente conocido, sobre todo, por su obra La insoportable levedad del ser. No voy a hacer aquí crítica literaria ni un obituario del escritor, solo apuntar la anécdota de que en una etapa de la Vuelta a España con final en Ezcaray entré a la habitación que Miguel Induráin compartía con Perico Delgado y me encontré al segoviano tumbado en la cama leyendo el citado libro del autor checo. Pensé que nada hay más leve que un ciclista lanzado a tumba abierta sobre su frágil bicicleta de finas ruedas o sorteando las trampas de las rotondas a setenta kilómetros por hora arrastrado por un enorme pelotón. La levedad, en su concepto de ligereza, es también aplicable a esos mozos que tratan de buscar una carrera lucida en un encierro a riesgo, como ya ha ocurrido, de verse retratado en el periódico no corriendo sino volando tras la embestida del morlaco de más de quinientos kilos. Una levedad palpable, pese a las cantidades de magras y cubatas acumuladas en el estómago, cuando te encuentras en Jarauta flotando entre la marea humana que acompaña a las txarangas. Pero, en fiestas, casi todo es soportable. Aún quedan dos días: que les sea leve...