Ahorraré al lector el recuerdo de aquel chiste en el que un niño escuchaba rechinar la cama de sus padres tras la pared, le decía a su progenitor “papá, échale Tres en Uno”, y lo que este le respondió. Es un chiste muy malo. Tan malo como el que está contando estos días UPN en su campaña electoral. Afirman que su voto vale el triple porque en una sola papeleta va impreso “ganar al sanchismo”, “cambiar el Gobierno” y “tener voz en Madrid”. Hace falta cuajo para presentar estas credenciales cuando la historia conocida refrenda el papel de muleta del PSOE que UPN ha desempeñado en los momentos decisivos. El primero, cuando entre Sanz y Pepiño acordaron apropiarse caciquilmente del mandato de los electores, que habían escogido una papeleta en la que ponía “UPN - PP”, para echar una mano a Zapatero. Costó la ruptura de un pacto que había funcionado perfectamente durante década y media. Para que no haya dudas, una de las protagonistas de todo aquello fue María Caballero, a la que hoy UPN recupera para su lista al Senado, hemiciclo donde ya entonces se puso del lado de lo que quería el PSOE y sometió su escaño a esos intereses. El segundo episodio, calcado del primero, se produce cuando Esparza pacta en una comida en Madrid con Bolaños y Cerdán, vaya joyas, los votos de Sayas y Adanero a una reforma laboral en la que Sánchez se la jugaba. La historia posterior la conocemos bien. No le importó un nuevo cisma en el partido con tal de demostrar a los socialistas hasta dónde era capaz de llegar en la coyunda. Refrenda lo mismo que ocurrió en 2008: en cuanto el socialismo lo necesita, ahí tiene a los regionalistas serviles.

De manera que no hay duda de que si UPN tuviera que inclinar nuevamente la balanza, lo haría en contra de lo que el PP hoy proclama, la derogación del sanchismo. Hay vocación de ser un “Teruel Existe” más. La razón de fondo es cómo ha permeado en Príncipe de Viana la idea de que la única solución para Navarra es un eterno acuerdo entre ellos y los socialistas, y cómo persiste incansable el impulso de las fuerzas mediáticas y económicas que prefieren tener a una cosita que se dice de centro-derecha adecuadamente domesticada, tan propensa a la componenda y el chanchullo, que optar por un camino mucho más comprometido con un modelo político y social genuinamente alternativo. Se une a ello la razón de índole personal: la que representa un Esparza del que ya poco nuevo se puede decir, y que empieza a merecer una caridad. Tercer fracaso el suyo, el de las pasadas elecciones forales, con un registro de 15 escaños que no sólo es mucho menos de lo que pronosticó obtener, sino que además es justo la cifra que otorga valor a la abstención de EH Bildu como vía para la investidura de Chivite. Si UPN hubiera obtenido los 18 a los que aspiraba, y PP y Vox mantuvieran los suyos, el PSN pasaría a necesitar los votos favorables de los soberanistas, con lo que el panorama político navarro hubiera cambiado por completo. Aunque derrotado y siempre desnortado, por ahí anda Esparza galleando el tiempo que le queda, chuleando al que más a ese PP que dice quiere ayudar, sin perder una oportunidad para meterles un dedo en el ojo. Es la aturdida situación en la que se ha metido el personaje: tiene que decir al elector que está a la derecha para que le voten, pero sabe que se tendrá que acabar comportando como el sustento de la izquierda si se lo pidieran. Se quiere presentar como oponente al sanchismo, pero cuando el sanchismo le necesitó, ahí estaba para lo que mandaran.

Me mandaron un vídeo de TikTok en el que Esparza se pone delante de una pizarra y cuenta a una audiencia, a la que debe considerar pueril, que con los datos de las elecciones forales el único partido de derechas que está en disposición de obtener escaños en el Congreso es UPN, y que mejor no tirar el voto en los demás. La falacia consiste en hacer ver que el elector es mesnada y toma las mismas opciones en unas autonómicas que en unas generales, aunque de lo contrario haya sobrados ejemplos. Lo que parece evidente es que si alguien quiere votar en Navarra en contra de Sánchez no hace falta que se busque intermediarios de escasa fiabilidad. Ya tiene dónde hacerlo sin necesidad de entregar poder a un partido que, como acostumbra, hará lo que le interese a su señorito de Ferraz.