Hace cuatro años, Geroa Bai puso la alfombra roja al PSN para propiciar su regreso al Palacio foral. Con solo dos escaños menos que los socialistas, la coalición de Uxue Barkos ofreció desde la misma noche electoral sus votos a Chivite, quien poco después se convirtió en presidenta del Gobierno. Lo hizo acaparando el doble de carteras que su socio, cuya lealtad ha quedado de manifiesto durante una legislatura que, en líneas generales, ha sido de buen entendimiento mutuo.
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Ha sorprendido, sin embargo, que con esta experiencia acumulada, se haya dilatado tanto la negociación para reeditar esta fórmula de gobierno y hayan aflorado tensiones y desconfianzas hasta el punto de que ha habido momentos que parecía que el pacto se iba al garete. No ha estado afortunado el PSN en su afán de querer cobrarse con intereses el retroceso electoral de Geroa Bai y no han estado nada bien ninguno de los dos en el televisado rifirrafe por el reparto de responsabilidades que ha de tener cada uno en el próximo Ejecutivo. Desde luego, ha sido un espectáculo en absoluto edificante. Todo indica, no obstante, que estamos ante una inminente fumata blanca que permitirá tener constituido el Gobierno en menos de dos semanas. Ya habrá tiempo después para ver si las heridas de estos días han cicatrizado o supuran al mínimo desencuentro.