Ayer por la mañana entré en una biblioteca de barrio que me viene muy bien cuando dejo al enano en el cole y le cogí varios libros para estos días en los que tiene que ir adaptándose a no estar ya en el pueblo como las cabras de la mañana a la noche jugando sin medida. Hoy no podría cogerlos, ya que la biblioteca pasa a horario de invierno y solo abrirá por las tardes, a partir de la hora de comer. Creo que es algo que pasa en la inmensa mayoría de las bibliotecas públicas de la red del Gobierno de Navarra y la verdad es que no entiendo el motivo de que esto sea así, de que las bibliotecas públicas no dispongan de un horario más amplio tanto en invierno como en verano. Seguro que hay razones organizativas, económicas, de personal y también de asistencia, pero creo que los servicios públicos tienen que tratar de ser eso, servicios y públicos, no tan analizados bajo el prisma de la eficiencia inversión-resultado. No sé, no conozco los números de demanda que hay en las distintas bibliotecas a las mañanas y a las tardes, ni conozco los costes totales que podría suponer doblar turnos o hacer uno solo más extendido aunque no cubra de 8 a 8, pero no estaría de más que el Departamento de Cultura ofreciera las razones finales por las cuales tengo para mi que la oferta de las bibliotecas públicas, así como su inversión en nuevos materiales, está empeorando en los últimos años, no sé si decir 15, 10 o 5. En cualquier caso, una biblioteca no es un lugar a medir bajo argumentos de rendimiento, sino también un estandarte de una forma de entender la vida y la cultura, favoreciendo que los ciudadanos podamos acceder de una manera lo más sencilla posible a ella y también al espacio que suponen para por ejemplo estudiar y leer con tranquilidad y recursos. No sé, da pena ver todas esas magníficas colecciones de libros muertas de asco todas las mañanas de aquí a junio.