Al otro lado de la puerta de un bar cerrado se extiende una nube de orfandad. La clausura puede ser temporal o definitiva, pero deja a la clientela vacía de referencias, obligada a recomponerse, a un cambio de ruta. Un bar es como un segundo hogar, para muchos el primero; ahí se cuecen muchas cosas, algunas dejan poso y otras se funden como el hielo. Un bar tiene entramado de confesionario, paredes de museo, suelo de plaza de toros y fondo de cristal. Territorio de puertas abiertas, bazar de mil aromas, espacio intergeneracional.
Uno de estos pequeños templos baja la persiana esta tarde y lo hace con una fiesta. La Bodeguica de Txema recoge la terraza y apaga la luz. En 2018, Itxaso Arizkuren dibujó un emotivo retrato costumbrista del establecimiento y de sus gentes en un corto filmado desde el otro lado de la barra. ‘En el bar’, título de la cinta, la sustancia está en la palabra, en las microhistorias de cada personaje y también de sus propietarios. Txema y Esther pasaron después las llaves a Rosa y Xabi, sus recientes gestores, que ahora se mudan a un nuevo local al otro lado de la manzana. La Bodeguica se queda a oscuras, pero si alguien pega la oreja a sus ventanales, seguro que escucha voces, música y sonido de sillas y mesas. Algunos bares están siempre abiertos en la memoria.