Dos veces

Por si no se había captado su mensaje del martes a las puertas del Congreso de los Diputados, Oriol Junqueras volvió a repetirlo prácticamente palabra por palabra, esta vez en Barcelona. El líder de ERC insiste en que la amnistía está pactada desde agosto con el PSOE, puesto que la exigencia de los soberanistas formaba parte del paquete que los socialistas aceptaron y que se plasmó en la elección de Francina Armengol como presidenta de la cámara baja. Eso sí, en ninguno de los dos canutazos ante los leones quiso ir más allá. Vamos, que no ha desvelado lo fundamental: cuándo se hará efectiva la ley, cómo será su tramitación y qué consecuencias contantes y sonantes tendrá. En plata, cuántas excarcelaciones habrá.

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No parece difícil adivinar el motivo de la falta de concreción. El máximo responsable de los republicanos desconoce todos esos extremos..., sencillamente porque están sin acordar. Quizá se estén trabajando discretamente –más vale que sea así, porque el tiempo apremia– vaya usted a saber en qué cenáculos, pero el asunto está todavía muy verde. Así que lo que está haciendo Junqueras es tratar de que la parte del soberanismo que él representa no quede fuera de foco. El objetivo es marcar músculo para que no parezca que la fuerza que gobierna en Catalunya ha quedado relegada a un papel de comparsa en la negociación. En este sentido, es altamente revelador el silencio de Junts (por lo menos, hasta la hora de teclear estas líneas), que opta por no dar tres cuartos al pregonero, o sea, por no magnificar el papel de su gran rival, ni siquiera con un desmentido.

Nada cierto

Y en cuanto a la reacción del Gobierno español y el PSOE, apenas se ha percibido una leve incomodidad. La prueba es que el encargado de la refutación ha sido el ministro de Cultura y Deportes en funciones, Miquel Iceta, que lo mismo sirve para el roto sobre las lenguas que para el descosido de la amnistía o para el pésimo zurcido del conflicto en la selección española femenina de fútbol. Resumiendo, que en este minuto no sabemos nada cierto sobre la amnistía. Y eso quizá en sí mismo sea una buena noticia para quienes pensamos que, aunque no sea la solución más ortodoxa, la reclamada medida de gracia es el modo menos malo de arreglar la tremenda injusticia que fue la judicialización por las bravas del procés. Puede ser el signo de que, como apuntaba más atrás, se está trabajando en esa dirección. Cuantos menos elementos para la especulación o la intoxicación se difundan, mejor.