Después de una sonrojante goleada, el cronista deportivo de El Pensamiento Navarro concluía aseverando que Osasuna “no salvó el honor, porque el honor en ningún momento peligró”. A lo que podíamos añadir aquello de Calderón de que “el honor es patrimonio del alma” y otras mandangas por el estilo. El honor de este Osasuna de Arrasate está acreditado en decenas de lances; otra cosa es que alguna tarde no dé la talla, abandone sus principios y acabe dejando a ojos de los aficionados una imagen tibia y meliflua, de equipo muy chico, de comparsa en la fiesta de otro.

En el Bernabéu dio la impresión en la segunda parte que a los rojillos los hubieran sumergido durante el descanso en agua y regresaran al campo encogidos. Todo lo contrario a como llegaron al final de los primeros cuarenta y cinco minutos, con ocasiones para empatar el gol inicial de Bellingham. A esa pasividad se sumó Arrasate, que no hizo cambios hasta después del 4-0. Por momentos recordaba al Osasuna de Mendilibar, aquel que coleccionaba goleadas contra los grandes como si persiguiera un récord. Quiza es que ayer el osasunismo había tejido muchas ilusiones al hilo del compromiso de Arrasate de salir a ganar, de los dos últimos empates en el feudo blanco, de las excelentes prestaciones del equipo como visitante y hasta esperando cierta fatiga de los blancos tras su reciente partido en Nápoles. Pero, en la hora de la verdad, no alcanzó para dar una sola puntada con todo lo anterior.

Osasuna salió a contener, incluso con cinco en línea en la fase de repliegue; no hubo ni un atisbo de la feroz resistencia (la temporada pasada con un jugador menos) de los años anteriores; ni de la contundencia que dio puntos y goles en Vigo, Valencia y Vitoria, que se deshinchó desde la zona en la que deben operar y vigilar los centrocampistas; y, en fin, el ritmo lento del partido benefició a un Real Madrid al que sus rivales apenas le hicieron faltas y que llegaba con relativa comodidad a la frontera que delimita el área grande. Luego solo tenía que patear el balón y que Sergio Herrera lo rechazara o no: hubo cuatro veces en las que no pudo hacerlo. Así de fácil fue para los merengues.

Es verdad que el escozor de estas derrotas en el Bernabéu apenas pica unas horas. Otra cosa es cuando el árbitro interviene más de la cuenta y a beneficio del local y deja afrentas a las que poder agarrarse. En ese capítulo Osasuna tampoco generó problemas a un Cuadra Fernández que comparecía chamuscado por los lanzallamas mediáticos madridistas y que quizá se lo pensó más de dos veces antes de sancionar alguna falta cometida contra los rojillos o al no sancionar el claro penalti por empujón de Carvajal a Budimir. Dicho esto, Osasuna no necesitó ayudas para perder el partido.

Así que este 4-0 ha ido directamente al repleto cajón de las derrotas en el Bernabéu. Un partido del que solo merece la pena rescatar la doble parada de Sergio Herrera en el penalti, las gotas de esencia que derramaba Aimar cada vez que entraba en contacto con la pelota, los despliegues por banda de Areso… y el balón que mandó a la luna Budimir cuando terminaba la primera parte y pudo haber puesto el 1-1. Poco más. Ah, y el honor, que nunca estuvo en peligro.

El Confidencial

El Gobierno quiere El Sadar como subsede. Poco después de conocerse que España organizará el Mundial de 2030, el director gerente del Instituto Navarro del Deporte, Jorge Aguirre, telefoneó a Rafa del Amo, miembro de la Federación Española, para reiterarle el interés del Gobierno de Navarra para que El Sadar sea subsede de la Copa del Mundo.