Los datos sobre el comportamiento de los precios en el pasado mes de septiembre ofrecen motivos de reflexión sobre el grado de madurez de las estrategias antiinflación, a costa de encarecer el precio del dinero. Los datos del pasado mes constatan un repunte de los precios en la comparativa interanual. En términos generales, el 3,5% registrado como media del Estado –3,4 en Navarra y 3,6 en la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAV)– ha descendido objetivamente sobre los picos de apenas un año atrás, como lo ha hecho la inflación subyacente (precios sin la energía y alimentos frescos). Se puede valorar que la escalada del precio del dinero decidida por los bancos centrales ha permitido incidir sobre la demanda para facilitar la contención. No obstante, ya va siendo momento de atender a otros factores.

En primer lugar, las reducciones de precios más significativas se han producido en el último año en el consumo que más refleja la contención de la ciudadanía: vestido y calzado y vivienda. El primero, puede estar muy inducido por la necesidad de orientar el gasto corriente a unos precios de la alimentación absolutamente desbocados. Subidas internuales como las del azúcar (40,5%), las patatas (20,5%) o arroz (18,5%) indican que los precios castigan ya la demanda más básica, a la que difícilmente puede renunciar la familia media. En el caso del aceite de oliva, la percepción de especulación es difícilmente despejable cuando el precio del alimento se ha incrementado en un 67% en el último año y en el 136% en los últimos dos y medio. La comparación con los países del entorno, con precios sensiblemente menores, abona esa percepción de manipulación del mercado. Los precios que más suben son ya aquellos en los que la demanda no va a poder reducirse hasta el extremo de congelarlos: alimentos y carburantes no dependen ya tanto del excedente de gasto como de la necesidad de acometerlo de muchas familias. En consecuencia, con los tipos de interés fijados por el BCE ya en el 4,5%, se impone una estrategia complementaria que facilite la contención del precio de la oferta bien ampliando esta, bien controlándola. De lo contrario, el precio del dinero alto acabará lastrando la capacidad de invertir y crear empleo y, cuando llegue, la caída de los precios ya será consecuencia de una crisis abierta.