Casi la mitad de las y los españoles están de acuerdo o muy de acuerdo con que una persona pueda tener dos o más relaciones afectivo-sexuales al mismo tiempo. El 47%. No lo digo yo, que no tengo vida suficiente para escuchar a tanta gente, sino el CIS, que al fin y al cabo se dedica a recoger opiniones y ofrecer mapas ideológicos y sociológicos más o menos manipulados. Parece que los años de la monogamia feliz y convencida pasaron, si es que existieron alguna vez más allá de los primeros dos o tres años de enamoramiento. Creo que a partir de haber cruzado esa línea es cuando comienza a crearse entre dos el amor real, ese animal creciente y menguante con vida propia que se alimenta tanto de detalles deliciosamente pequeños y absurdos como de crisis sísmicas, grandes apuestas, acompañamientos por el lado salvaje y aventuras tan radicales y poderosas como tener un hijo. Cuando escucho y observo a parejas monógamas de largo recorrido, con y sin hijos, a veces tengo la sensación de que han mutado tomando la forma de equipos o pequeñas empresas que funcionan porque cada cual ejecuta un rol. Piezas y engranajes. Seguramente me equivoco, todo lo primitivo y lo sutil que ocurre en la intimidad de dos es secreto. Las parejas de nueva creación hoy pactan y ponen sobre la mesa qué quieren compartir y en qué régimen. Cariño, casa y sexo. Cariño y sexo. Sexo contigo y cariño también con más personas. Cariño contigo y sexo también con más personas. Creo que es muy sano hacerlo y nuestra sociedad, demasiado conservadora todavía para aceptarlo y no discriminar a quien practica otras maneras de quererse. No soy el CIS pero sí tengo vida, siempre, para escuchar a amigas, antiguas y nuevas. Una ya ha planteado a su pareja que quiere llevar su afectividad a más personas, quizá dormir en el sofá abrazada a, o pasear cogida de la mano de. Otra añadiría a su vida familiar un compañero con el que reírse y compartir inquietudes y curiosidad intelectuales. Otro celebra haber cumplido veinte años de convivencia manteniendo un pacto de sexo abierto. ¿Cómo encaja todo esto con la monogamia?