Cualquier día habrá una desgracia irreparable. Me refiero a las protestas de ecologistas en los museos. Una intervención mal medida sobre un cuadro, un visitante que se siente agredido en sus fundamentos, un vigilante con malas pulgas…: agiten el cóctel y la performance pasará de ser una acción que buscar agitar las conciencias a un suceso de calado. Hasta que llegue ese desfase, los movimientos que alertan sobre el progresivo deterioro del planeta han encontrado el mejor escenario para la metáfora: si a la Humanidad se le abren las carnes por lo que podría suponer destrozar, pongamos por ejemplo, la Gioconda de Leonardo da Vinci, trasladen ese sentimiento a la visión del progresivo deterioro, por ejemplo, del hielo marino en el Ártico. Y, yendo un poco más lejos: ¿si hubiera que elegir entre Doñana o el Guernica, que salvarían antes?

El pasado lunes, dos ecologistas del grupo Just Stop Oil fueron arrestados tras romper el cristal que cubría una pintura de Diego Velázquez, Venus del Espejo, en la National Gallery de Londres. Los activistas utilizaron martillos de seguridad para quebrar la protección de la obra, pintada por el artista sevillano en el siglo XVII. Just Stop Oil explicó que su objetivo era pedir que el Gobierno británico detenga inmediatamente los nuevos proyectos de extracción de petróleo y gas en el Reino Unido. Just Stop Oil ya irrumpió en julio del pasado año en la National Gallery y vandalizó una pieza icónica de John Constable, La carreta de heno, cubriendo la pintura con una nueva versión que incluía aviones y grandes edificios; luego, pegaron sus manos en el marco. El cuadro sufrió daños menores en el marco y en el barniz de la pintura. En realidad, la acción estaba bien estudiada y no pretendía deteriorar el lienzo; se supo que en una acción similar, en Florencia, los protagonistas habían consultado con restauradores para usar un pegamento que no causara desperfectos.

En sí mismos, los museos son lugares de protesta, de denuncia, de reivindicación. Un cuadro, una escultura, una fotografía, un montaje, son armas que alimentan el espíritu crítico e invitan a la reflexión, a preguntarse por qué y para qué. Además, como escribió el periodista Pedro Alberto Cruz, “los museos constituyen burbujas en las que las creaciones artísticas se preservan, combaten el paso del tiempo y conquistan la eternidad”. ¿Cómo reaccionaríamos si esa burbuja estallara con toda su historia dentro? ¿Y si lo que corre el riesgo de reventar es el planeta en el que vivimos y seguimos mirando a una pared? ¿Dónde colgaríamos entonces las obras de arte?