Andan a vueltas en el Ayuntamiento de Pamplona con los planes para el centro de la ciudad en Navidad y está bien que así sea y está bien que se haga lo mejor posible, pero a mí lo que me inquieta es que ha cerrado el Rumbo’s. No por la parte de pena que te da que cierre un local X, aunque también, sino por la parte que tiene de ser una muesca más en un proceso que parece imparable: la desaparición de decenas o centenares de negocios de hostelería y comercios, especialmente en los barrios.

Rumbo’s, Zucitola, este, aquel, cada cual seguro con causas que puede que no tengan que ver con este cambio en las maneras de comprar y consumir que vivimos, pero que son señales –señales que se ven hace años– de que la ciudad –aunque siempre una ciudad muta– está mutando pero a peor. Porque a peor es ver que se bajan muchas persianas, porque esas persianas bajadas hacen que menos gente pase o vaya ahí y eso produce un efecto cascada en el bar o la cafetería de al lado y así en bucle en calles y barrios enteros. Llevo años y años no digo alertando, porque cualquiera con ojos y que ande la ciudad lo ve, pero si explicando que se nos está quedando una ciudad con muchos barrios y calles para dormir y poco más, cuando hace 40, 30 o 20 años los barrios de Pamplona tenían todos su propia vida y un movimiento particular.

No digo que ahora no lo tengan, pero es mucho más limitado. Internet, los centros comerciales, el tipo de ocio que buscamos, el pasar más horas en casa con móviles y televisiones de miles de canales, todo eso va sumando, unido a los precios de los alquileres o la falta de relevo generacional. Y no veo una apuesta por repensar qué ciudad nos gustaría tener o tratar de recuperar, con el apoyo de todos los grupos, que no se limite solo al centro. La ciudad va perdiendo gracia en muchas zonas y yo lo que solo veo, que igual no, es mucho interés en el tren suizo de Navidad.