La decisión de impulsar una moción de censura en el Ayuntamiento de Pamplona para relevar a Ibarrrola de la alcaldía está tomada. Creo que desde meses atrás además. Lo tienen asumido todos los grupos municipales, incluidos UPN y PP, y amortizada en la ciudadanía. En realidad, es inevitable y, sobre todo, necesaria. Puede ser encomiable la imagen y el discurso de despreocupación que sobre el asunto trata de transmitir Ibarrola pese a la acumulación de derrotas que suma en cada votación municipal, pero esa pose no aporta nada al desenlace final. Ibarrola llegó a la alcaldía porque los tiempos políticos –la elección de la alcaldía coincidió en medio de dos procesos electorales en el Estado en los que el PSOE se jugaba el Gobierno central–, y los intereses partidistas le abrieron la puerta en ese momento. Pero solo eso. La inestabilidad no ha dejado de ser la realidad de la política municipal en Pamplona desde que llegara a la alcaldía y previsible desde antes de su eleccion tras los resultados electorales. Su alcaldía era circunstancial ya nada más coger la vara de mando. Por eso el relevo es inevitable, porque no es posible intentar imponer un programa de gobierno municipal contra la mayoría democrática del Ayuntamiento. No es posible tampoco intentar continuar sentada en el sillón de la alcaldía incumpliendo los acuerdos municipales adoptados por el Pleno de Iruña. No es posible sacar adelante las responsabilidades de una alcaldía con 16 votos en contra y solo 11 a favor en el mejor de los casos. Es un viaje a ningún sitio. Y esa inestabilidad es lo que menos necesita ahora y en los años que se avecinan Pamplona. Todo indica que un año más Iruña se quedarán sin nuevos Presupuestos, una pésima noticia para la ciudad y las pamplonesas y pamploneses que mantiene la línea de continuidad de los desastrosos últimos cuatro años de Maya al frente del Consistorio. En el mejor de los casos, Ibarrola estará obligada a gestionar a regañadientes las decisiones e inversiones que aprueben los grupos políticos ahora en la oposición sumiendo al Ayuntamiento en un estado de incertidumbre y confrontación permanente. La moción de censura está decidida, lo que no veo tan claro es que el momento esté muy cercano. Quizá me equivoque, pero de nuevo se interpondrán intereses políticos y electorales lejanos a las demandas y necesidades más inmediatas de la ciudad. Vienen dos procesos de negociación importantes de Presupuestos en Navarra y en el Estado previstos para el primer trimestre de 2024 y en ambos están involucrados de una forma u otra los partidos que suman la actual mayoría en Iruña. En especial si la salida a la actual inoperancia en el gobierno de Pamplona pasa por la llegada de Asiron a la alcaldía. Es posible que se vuelvan a entrecruzar los tiempos políticos para unos acuerdos y otros, y las decisiones tengan que esperar a que todas las negociaciones presupuestarias terminen en buen puerto. El salto de Elma Saiz, hasta ahora portavoz socialista en el Ayuntamiento de Iruña, al Gobierno de Sánchez como ministra de Seguridad Social, Igualdad y Migraciones allana aún más del camino de la moción de censura, pero en política cuentan los tiempos que acompañan a la oportunidad de las decisiones. Aunque como en este caso, los tiempos de la política y de los intereses de los ciudadanos no coincidan.