Solo hay que mirar a nuestro entorno para ver lo que ya sabemos, en manos de quién y en qué condiciones están los cuidados, un sector altamente precarizado desempeñado sobre todo por mujeres. Todas hemos vivido, y quien no lo vivirá, una situación en la que necesita ser cuidado o cuidar a un familiar cercano, ese momento en el que toca organizarse para seguir con la vida laboral y personal sin que el entorno familiar salte por los aires, con calendarios imposibles y jornadas agotadoras. Es entones cuando el papel de las cuidadoras es esencial. Pero la sociedad no está preparada para este reto, el de avanzar hacia un modelo de cuidados basado en los derechos de la persona. Lo vimos en la pandemia con lo ocurrido en las residencias. Pero olvidamos demasiado rápido. En una sociedad cada vez más envejecida, con la incorporación de las mujeres al ámbito laboral, social y político es tiempo de volver a reivindicar un reparto en los cuidados para que puedan ser el eje central de la transformación social. El cuidado como un “derecho colectivo”, que es lo que defienden las convocantes de la huelga de este jueves. Parar para seguir avanzando. Con la paradoja de que quienes trabajan en el sector casi no podrán adherirse a este derecho, uno de los muchos que no tienen. Cuidar es un trabajo, cobres o no por él, que realizan sobre todo las mujeres y que a día de hoy no tiene el reconocimiento que le corresponde. Si la huelga feminista del 2018 sirvió para denunciar la discriminación en general de las mujeres, esta quiere poner en valor el trabajo de ese sector invisible que realmente sostiene a todo un tejido económico que se apoya en él.