Ni pío. Estruendoso silencio de Podemos Navarra ante la exclusión de Irene Montero de las listas electorales de Sumar, primero, y ante la salida de sus ministras más emblemáticas del nuevo gobierno de coalición. Sumar las ha restado. El autoritarismo de Yolanda Díez no teme las divisiones. Pedro Sánchez duerme más relajado con su en apariencia meliflua socia que con su abrupto predecesor. Contigo Zurekin, la sigla afín a Sumar en la Comunidad, también ha hecho chitón. La mayor responsabilidad recae en la marca foral de Podemos porque es la hegemónica dentro de la coalición, como hizo valer en el reparto de cargos ante las elecciones forales y municipales. El rango de Vicepresidenta acolcha la rebeldía. Debutante y con galones. Los sillones atemperan malestares. Con todos sus capitanes colocados, la tropa descansa. El PSOE responsable del Gobierno español es el mismo que dirige el Gobierno de Navarra. La complicidad entre sus dirigentes nacionales y regionales está en uno de sus momentos más dulces. Algo se podría incordiar aquí para influir allá, pero Begoña Alfaro, coordinadora autonómica, está con Sumar. A tope. ¿Clamar por la unidad, como hizo con insistencia antes del 23-J, asumía vetos y exclusiones? Ione Belarra, secretaria general de Podemos, se enfrenta a Yolanda Díaz, promotora de Sumar tras un largo proceso “de escucha”. Ambas fueron designadas por Pablo Iglesias, en su torpe abandono del Consejo de Ministros, para sus respectivas responsabilidades. Inoportuno corte de coleta. En el caso de Belarra, seguro de su obediencia. En el caso de la política gallega, en un flagrante error de cálculo. Aunque aún acaudille Podemos, el Caudillo dejó las cosas mejor atadas. Después, pinchó en la Asamblea de Madrid e incumplió su compromiso de permanecer donde le pusieran los votantes. Begoña Alfaro alabó al patriarca en su manifiesto incumplimiento de palabra, pero ni palabra de apoyo a Montero y Belarra. Ausencia de sororidad.