Después de 15 días en los que las derechas han dado sobradas muestras de un antidemocrático mal perder preocupante, Pamplona entra en un nuevo tiempo político. Un ciclo ansiado por la mayoría de la ciudadanía, que pasa a tener un equipo de gobierno más representativo del resultado que arrojaron las urnas y que ubica en la oposición a quien ha llevado las riendas sin capacidad real de sacar a Iruña de la parálisis.

En la hora del adiós, Ibarrola volvió a dejar de manifiesto su falta de talla política y sobre todo, de humildad. Su clasista comentario de que prefiere fregar escaleras a gobernar con los votos de EH Bildu es un inaceptable corolario a dos semanas de desvaríos e insultos. Quien ha sido regidora de la capital en minoría se ha comportado hasta el último instante con una arrogancia impropia de su debilidad. Un comportamiento nada inteligente que no viene sino a confirmar su nula capacidad de entendimiento con el diferente y que le inhabilita para prolongar su carrera política. Si sus intenciones pasan por suceder a Esparza al frente de UPN, no estamos ante una persona con capacidad para sacar al regionalismo del aislamiento político que vive. Al contrario, Ibarrola se marcha ahondando en el insulto, la confrontación e incluso la mentira. Ir por las televisiones pregonando que la ciudad recae ahora en manos de alguien cuyo mandato se caracterizó por la imposición y el sectarismo supone, además de ejercer de pésima anfitriona de su ciudad, simplemente faltar a la verdad, Y mientras vaticinaba el regreso de UPN a la Alcaldía, el compungido rostro del que ha sido su mano derecha, el ultraconservador Carlos Salvador, denotaba todo lo contrario: el temor a que la estancia en la oposición sea muy larga. Porque este nuevo tiempo político llega con visos de quedarse por mucho tiempo. Como sucede en el conjunto de la Comunidad Foral.

Ajena al drama personal de la alcaldesa saliente, una multitud se concentró delante del Ayuntamiento para celebrar la llegada del anhelado cambio. Sin caer en provocaciones, el personal llenó la plaza en una especie de festivo chupinazo navideño. Quienes fuera de nuestra Comunidad hayan escuchado todo lo que han soltado por la boca las derechas de lo que se avecina en Pamplona, y hayan visto, escuchado y analizado las improperios de los que se van y la serenidad de los que llegan, quizás no entiendan nada. O a lo mejor ahora lo entienden todo.