No es de extrañar que polarización haya sido la palabra del año por la RAE. En los últimos tiempos se ha extendido el uso de este término, recogido desde 1884 en el diccionario académico, para aludir a situaciones en las que hay dos opiniones o actividades muy definidas y distanciadas en ocasiones con las ideas implícitas de crispación y confrontación. Este conflicto casi permanente en la actualidad política va más allá de las sedes parlamentarias y gubernamentales ha traspasado su ámbito originario para instalarse en las reuniones familiares y de amigos, que según algunos estudios se han acortado sensiblemente dado el ambiente tenso de algunos encuentros que deberían ser de alegría y celebración y parecen cuestiones de actualidad que se cuelan en las conversaciones y que deterioran el ambiente y dificultan el diálogo. Tengamos la fiesta en paz y dejemos a los políticos, demasiado acostumbrados a la bronca y a los insultos, que resuelvan los problemas de la ciudadanía. Todo un desafío, teniendo en cuenta que la derecha y sus aliados ultras de Vox basan su estrategia política casi exclusivamente en la confrontación antes que en la construcción. Mal año nos espera, con la polarización omnipresente en la política y en parte de nuestra vida cotidiana.