“Siempre pensé que morir de amor solo era una licencia poética”, escribió García Márquez. Pero, ¿qué ocurre con el engaño por amor y, yendo más lejos, con el asesinato cuando el amor (o el desamor) es el móvil? No recuerdo si en las nueve citas anteriores del certamen ‘Pamplona negra’ la organización ha profundizado en estos argumentos que tanto juego han dado y dan en el cine y en la literatura, previa cocción a fuego intenso en las secciones de sucesos de los medios de comunicación.

Narraciones en las que se cruzan pasiones irrefrenables, triángulos de líneas quebradas, ambiciones económicos inaplazables, celos desbocados o camas muy pequeñas para tanto cuerpo caliente. Y es que, como canta Sabina, “el amor, cuando no muere, mata”, incluso de manera indirecta.

Eso es lo que parece estar detrás de la muerte de dos hermanas y un hermano, los tres de avanzada edad, en Morata de Tajuña. Las mujeres fueron embaucadas por una relación sentimental entablada a través de la red, que les despojó del dinero que tenían y del que no tenían. Y, al parecer, este fue el detonante: los préstamos de algún particular que no pudieron devolver y que al final han pagado con la vida. Víctimas de lo que los investigadores llaman ‘la estafa del amor’ que, como ven, tampoco es ninguna licencia poética.