Los árabes están en todas partes y lo compran todo. Ya casi lo de menos es que Rafa Nadal sea el embajador de la Federación Saudí de Tenis (qué desilusión!, con una trayectoria deportiva impecable y sin necesidad...), que el Dakar, la Fórmula Uno, el boxeo o la Supercopa de España se celebre en Riad lo cual dicho de paso no tiene ningún sentido (los argumentos de la Federación Española de Fútbol no convencen a nadie pero como entran millones al bolsillo...). Lo harán para blanquear su imagen, sin duda, ya que Arabia es un país donde no existe libertad de expresión, lleva más de seis años bombardeando Yemen y los derechos de las mujeres son pisoteados constantemente tal y como denuncia Amnistía Internacional. Lo que me empieza a preocupar es que los países del Golfo hayan desembarcado en otros muchos negocios.

Gobiernos en manos de dinastías que reinvierten los pingües beneficios del petróleo y gas en la compra de activos en EEUU, Europa y Asia. Y más allá de la compra de hoteles y coches de lujo. Un ejemplo es el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita (PIF) -detrás está el príncipe heredero Mohammed bin Salman- que ha adquirido el 9,9% Teléfonica, ha entrado en el SoftBank Vision Fund que está detrás de grandes tecnológicas como Microsoft, Apple y Foxconn; tiene participaciones en firmas como Nintendo o Meta, y en el fondo buitre Blackstone Group, que sólo en nuestro país ha aadquirido 146.320 viviendas y 81.095 préstamos dejando un reguero de desahucios. ¿Se acuerdan del Monopoly? Pues, pónganse el turbante o el hiyab. Es el futuro que nos espera.