Nos engañan los titulares. Y no siempre por la mala intención de quienes los redactan. A veces, se trata de la necesidad de resumir una idea compleja en una frase corta. Otras, de la imposibilidad de sortear determinadas expresiones que se han instalado entre nosotros. Y en ocasiones, de una mezcla de lo uno y lo otro.

Así, si leemos que PSOE ha pactado con Junts y ERC que la ley de amnistía incluirá los delitos de terrorismo, damos por hecho que durante el procés se produjeron tales delitos. No pensamos que, en realidad, de lo que estamos hablando es de la tipificación que un juez (y casi podemos decir que alguno en concreto) ha decidido respecto a determinados hechos.

Vamos, que si el togado García Castellón no anduviera, calzador en mano, tratando de emplumar por terrorismo a unas personas muy específicas -Carles Puigdemont o Marta Rovira- no habría sido necesario el doble tirabuzón de introducir una enmienda en el sentido de la que está dando tanto que hablar en las últimas horas.

Resumiendo, que si estamos en estas filigranas tan poco ortodoxas en la parte política también es porque desde el frente judicial se echa mano de artes un tanto marrulleras.

MARLASKA, OTRA VEZ

Inmediatamente después del propio Pedro Sánchez, el miembro del actual Gobierno español con mayor capacidad de supervivencia es, sin duda, Fernando Grande-Marlaska.

Es imposible llevar la cuenta de las ocasiones en que el ministro de Interior, bien en persona o bien como máximo responsable de la cartera, ha hecho méritos para la destitución inmediata; de dimisión, ni hablamos.

La más reciente, la sentencia del Supremo que confirma que la devolución en caliente de menores desde Ceuta a Marruecos en agosto de 2021 fue ilegal. De nuevo, la repercusión en su continuidad ha sido nula.

Con un desparpajo marca de la casa, y como si el asunto no fuera con él, Marlaska dijo ayer que respetaba la decisión judicial. Acto seguido dijo que las “autoridades competentes” -fíjense que modo de llamarse andanas sobre su responsabilidad- decidieron la devolución bajo el principio del “interés superior del menor”. Y así, hasta la próxima.