Alguien enciende la mecha del WhatsApp y con celeridad se propaga en cadena entre los usuarios, que a la velocidad de la luz forman parte de un grupo –quieran o no–, en el que se escriben mensajes de una temática común, pero que desconocen quién ha originado todo aquello y por qué. 

Algunos reflexionan, dudan de las intenciones y prefieren abandonar antes de que sea demasiado tarde; en cambio, otros se involucran, expresan su opinión y, a medida, que el intercambio de criterios crece, van reforzando sus posicionamientos y convenciéndose de la necesidad de una rebelión.

De repente, en un instante, uno mismo comparte espacio virtual con personas –unas anónimas, asociadas a un número de móvil, y otras identificadas por la agenda del teléfono– exaltadas y de ideologías diversas

Este fenómeno ocurrió el 27 de enero entre las personas agricultoras y ganaderas de Navarra.

En una época del año en la que la mayoría ha terminado de sembrar y en plenas protestas del sector primario en Francia –con bloqueo en las carreteras–, estos profesionales coincidieron en un grupo de esta aplicación de mensajería.

Recibieron un vídeo de una valenciana –quien se presentó con nombre y apellidos– que animaba a salir a la calle el 6 de febrero sin ningún sindicato, una mujer que en otras publicaciones en redes sociales protestaba en la sede del PSOE en Valencia, porque insistía en que continuará luchando hasta lograr una España “libre y democrática”.

Un agricultor me comentaba que en el momento en que decidió abandonar aquella lista del WhatsApp, había incluidas unas 850 personas –entre ellas, afiliadas de UAGN y EHNE–.

En la misma línea de espacio-tiempo, las asociaciones agrarias nacionales, ASAJA, COAG y UPA, de las que forman parte UAGN y EHNE, se estaban reuniendo para movilizar al sector.

UAGN convocó a los medios para anunciar protestas en el sector por la actual Política Agraria Común, en sintonía con las asociaciones a nivel estatal. Pero ya era tarde.

Los agricultores y ganaderos del WhatsApp ya habían sentenciado que esta vez los sindicatos habían reaccionado tarde; y por eso, se iban a organizar entre ellos para mostrar su malestar.

Al margen de UAGN y EHNE y con la única herramienta del WhatsApp, comenzaron a juntarse por zonas, como en la Ribera Alta y Baja, Tierra Estella o Pamplona. Parece que este fenómeno no ha calado tanto en la Montaña, Pirineo o Zona Media.

Pero, la inmediatez de una aplicación como el WhatsApp puede actuar como “esos árboles que no dejan ver el bosque”. Hay que reivindicar para mejorar, pero apoyados en una estructura organizativa que actúe de portavoz ante las instituciones, una vez que las protestas propicien la reacción de los gobiernos. 

El toque de atención de las bases a los sindicatos es un ejercicio loable en beneficio de la consecución de los objetivos, pero sin romper la unidad.

Este fenómeno me ha recordado el movimiento que surgió en octubre entre el personal de oficinas y despachos de Navarra, que se unió a través de las redes sociales para renovar su convenio. Esta iniciativa exitosa no partió de los sindicatos, pero trabajadores y trabajadoras fueron de la mano de ellos para negociar un nuevo texto que la mayoría sindical rubricó este enero. Si no, se corre el riesgo del efecto gaseosa.