Si la política local, estatal o mundial fuera un viejo tocadiscos de los de antes habría que buscar el botón adecuado para bajarle el volumen y las revoluciones. Es tal la mezcla de sonidos, la velocidad de las noticias y las estridencias de las declaraciones que el ruido empieza a tapar las nueces. Y muchas cosas suenan ya a disco rayado.

Todo parece un poco fuera de lugar, exagerado o forzado, con continuos giros de guión, palabras gruesas, comparaciones maniqueas y vídeos tendenciosos. La verdad se mezcla con lo que no lo es y la mentira se cuela peligrosamente. Se habla de terrorismo con total ligereza y poco respeto por la cruda realidad de lo que significa.

En un mismo día se mezclan plazas de toros con pantanos, tractores con ultraderecha, cine con narcotráfico, indultos con lo que sea... Cuando TikTok sustituye al Telediario mal asunto. Hay imágenes que no valen mil palabras, sino que buscan suplantarlas bajo un espejismo interesado. Y las declaraciones simplistas que persiguen el impacto y la audiencia se imponen al diálogo y la verdadera negociación. No se deja paso a una política sosegada, discreta y largoplacista.

Es cierto que la vida pública, el juego político de gobiernos, ayuntamientos, parlamentos, partidos y de sus portavoces siempre ha sido trepidante y compleja, como la serie Borgen. Pero la realidad empieza a superar a la ficción en ese todo vale. Un poco de pause, sosiego, moderación y sentido común es lo que hace falta. Está el mundo como para bajarse en marcha. Pero a esta velocidad, ni siquiera eso.