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Vaya bolongo

Ana Belasko

Sinhogar

SinhogarArchivo

No quiero ser arrogante. La solución no es fácil ni simple pero, en una semana como ésta en la que tener casa lo es todo, resulta muy doloroso ver a los llamados sinhogar dando vueltas por una Pamplona vacía y mojada. Cualquier día, por determinados barrios, nos los podemos cruzar desde primera hora de la mañana –una vez los más afortunados se ven obligados a dejar el alberge en el que descansaron y el resto escapa del agujero que le sirvió para dormir– en grupos o solos, con la mochila a cuestas, intentando no mojarse y deambulando de acá para allá. A veces, pegados a las paredes de una biblioteca pública para captar la señal wifi, en ocasiones dentro de estos edificios, al calor, sentados en la zona de estudio, descansando somnolientos. De un país u otro, hombres –alguna mujer también– y jóvenes africanos del norte y del centro de este continente esperan la hora para acudir a los comedores sociales mientras intentan esquivar los reiterados cacheos policiales, helados y asqueados. Aseguraba esta semana el alcalde Asirón que erradicar el sinhogarismo no es un estado de gracia y requiere esfuerzo diario y dedicación constante, que esta cuestión no se soluciona de la noche a la mañana sino con mucho trabajo y más recursos. De acuerdo, no es tarea fácil pero sí urgente.