El arte es paz. Es tan simple como que la guerra y el arte son opuestos, que la guerra y la paz son opuestos”. No puedo estar más de acuerdo con el mensaje del Día Mundial del Teatro, que se celebra hoy, firmado por el dramaturgo Jon Fosse, Premio Nobel de Literatura 2023. Una reflexión certera sobre el papel del arte en estos tiempos convulsos, donde la violencia y las guerras se están apoderando del frágil espacio que siempre queda para la paz.

Un conflicto tapa a otro y los vamos deshumanizado y olvidando porque de alguna manera normalizamos lo que no lo es. Y vamos perdiendo las referencias del verdadero dolor y el drama que queda después de que se disparen las armas. Y vemos, entre la incredulidad, la rabia y la barbarie, cómo asaltan y destruyen hospitales en Gaza, cómo matan a inocentes mientras esperan para recibir comida, cómo en otro lugar del mundo asesinan en un teatro o cómo siguen cayendo las bombas en Ucrania allí donde antes había vida y flores en primavera.

Apenas hay brotes verdes en el horizonte de esta nueva estación marcada por los nubarrones de guerra que siguen insistentes en taparlo todo. Pero tiene que haber salida para no matar la esperanza. Si existe voluntad de acuerdos entre diferentes el fin de la violencia acabará llegando y la paz será alcanzable. Al menos eso hay que creer tras la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU de una resolución que pide un alto el fuego “inmediato” en Gaza. Cumplirlo sí sería un paso hacia la paz, un paso urgente y que debería darse ya, porque sino lo inmediato corre el riesgo de llegar demasiado tarde.