Decía este viernes El Drogas en la presentación de su último disco en Madrid que “en este momento hay psicópatas en el mundo de la política”. Es verdad. Campan por todo el mundo personajes, con síntomas evidentes de necesitar una temporada de frenopático, con la motosierra neoliberal cargándose todos los valores democráticos. También en el Estado español. Basta ver las intervenciones de algunos diputados y senadores de la oposición del PP y Vox o de algunos consejeros o concejales de aquellas comunidades o ayuntamientos donde ambos partidos ocupan el poder. Pero sobre todo hay corruptos de todo tipo y condición empotrados en las principales estructuras del Estado: medios de comunicación, justicia, policía, partidos, empresas, etcétera.

Si ya fue un escándalo impresentable la admisión a trámite por parte de un juez, con intereses claros con el PP a través de su hija que le obligan a abstenerse del caso, de una denuncia son ninguna cobertura jurídica contra Begoña Gómez, esposa de Sánchez, hoy sabemos también que la policía política paralela que organizó el PP con el Gobierno de Rajoy mandó a Villarejo a investigar a su padre para ”matar políticamente” al presidente del Gobierno. Otro escándalo de dimensiones siderales que acabará sin responsables. Ya es curioso que teniendo el Estado español uno de los códigos penales más punitivos de Europa todos estos delitos acaben siempre en agua de borrajas. Un inmenso manto de impunidad para proteger la mierda.

En realidad, psicópatas y corruptos buscan lo mismo en todos los lugares: asaltar el poder para laminar los principios democráticos, las libertades civiles y políticas y los derechos humanos y sustituir la democracia por un sistema autoritario, reaccionario y belicista para que el capitalismo más depredador actúe a sus anchas. Y la política tóxica es el camino. La propaganda o las mentiras lo invaden todo. No importa ya que la verdad sea lo importante ni siquiera que el autor de la manipulación quede reflejado como un ignorante, porque el argumento final parte del convencimiento de que las ciudadanas y ciudadanos son igual de ignorantes. Todo vale.

Se trata de que la toxicidad del bulo se extienda hasta asumir la apariencia de verdad como punta de lanza de la estrategia de acoso y derribo al Gobierno de Sánchez y de la actual mayoría política, democrática y legítima que controla el Congreso. El recorrido de esta estrategia es muy largo además. No es nuevo, sino un proceso largo de deterioro de los poderes e instituciones democráticas. Es esa actitud obstruccionista y alarmista constante la que está poniendo en riesgo la democracia y los principios constitucionales. Para ello asaltaron el Consejo del Poder Judicial y lo mantienen ocupado desde hace más de cinco años.

El discurso político del exabrupto y la amenaza y el creciente desconcierto con un estamento judicial apolillado por el nepotismo, el amiguismo y el corporativismo son impropios de un Estado de derecho democrático. Y un riesgo de inestabilidad para la propia democracia. Desde la tranquilidad de saberse impunes en sus andanzas, ahí siguen cómodamente sentados en sus sillones con sus togas y puñetas retorciendo la ley y el derecho para intervenir y manipular el debate político. Pero siguen sin saber quien es M. Rajoy. Síntomas de la enfermedad.