Euforia fingida. Grotesca. Los brazos en alto de Cristina Ibarrola impulsados por Toquero y Sota, un esperpento. Entusiasmo injustificado en la clausura del 13º Congreso de Unión del Pueblo Navarro. A pesar de los puntos de votación de proximidad (Tudela, Tafalla, Estella, Sangüesa y la propia sede del Congreso), participó menos de un tercio de la militancia. La falta de competencia no inhibe a los afiliados si el nuevo liderazgo ilusiona. De los 701 motivados, 569 (81%) depositaron su voto a la única candidatura propuesta para los cargos unipersonales de Presidencia, Vicepresidencia y Secretaría General. Pírrica victoria sin contrincante. Aún tuvo algo más de participación y apoyo (83%) la candidatura única de Esparza (2016). Las asambleas regionalistas han perdido fuelle. Como el partido. El cordón sanitario a la disidencia se completó con una Ejecutiva de afines. Reparto de cuotas entre Ibarrola y Toquero, sin concesiones a la paridad: el número de hombres duplica al de mujeres. Solo cuatro miembros repiten de la anterior. Ibarrola ha pasado la barredora sobre apellidos ilustres del regionalismo, aparcados de momento en la parrilla parlamentaria. Esparza sigue de portavoz del grupo, pero como cabeza pequeña de una circunstancial bicefalia. Tres años en esta situación pueden generar tensiones. Infructuoso intento de que el PP hiciera sitio en su lista europea, uno de los acuerdos de antaño (Pomés figuró hasta 2009). Secuelas de la alianza rota en 2008. Aspiración subsiguiente a asiento en el Congreso de los Diputados si UPN siguiera en la oposición. Ibarrola quiere liderar la opinión política, pero el sitio de la política está en el Parlamento. Quién sabe si Esparza pasará a comparecer con pinganillo a la salida de las Juntas de Portavoces o intervendrá tutelado en las sesiones plenarias: La Voz de su Ama. Ibarrola quiere ser “una ola que cargue de ilusión a los ciudadanos navarros”. En el congreso solo suscitó calma chicha.