Pasó con los Goya y ha vuelto a pasar con el Festival de Cine de Cannes. Y pasa porque la realidad es tozuda y acaba imponiéndose. Porque la verdad existe aunque no se cuente, pero sobre todo se ve cuando se cuenta. Y aunque hay focos que pueden deslumbrar hasta dejarte sin ver, los del cine y sus alfombras rojas tienen que estar para mostrar e iluminar no solo a sus estrellas sino todas esas zonas más oscuras de la industria. Y en esa oscuridad han estado durante años los abusos y la violencia sexual, que algunos hombres con poder han cometido contra las mujeres. Y le está costando demasiado al séptimo arte reconocer que no ha estado a la altura en el pasado y comprometerse para sí estarlo en el presente y dar credibilidad a los duros testimonios que se van conociendo y poner medidas para que situaciones como las denunciadas no se vuelvan a dar. Las últimas las ha publicado la revista Elle contra el productor de cine francés Alain Sarde. Y tras ello, un centenar de profesionales del cine, entre ellas Isabelle Adjani, Emmanuelle Béart o Juliette Binoche, se preguntan, “¿Nos escuchan de verdad?” en un articulo en Le Monde, en el que insisten, como antes otras en el movimiento Me too o Moi aussi, en que las violencias sexistas y sexuales "son sistémicas, no excepcionales". Y lo son en el cine como en otros muchos ámbitos de la vida. Pero le toca al cine, como reflejo tantas veces de la sociedad en la que estamos, decir alto y claro que se acabó. Sin fisuras, sin excusas. Y algunos de los responsables del Festival de Cannes no han sido todavía suficientemente contundentes.