Hay personas capaces de ir por la vida en modo avión. Y no me refiero a las que están permanentemente volando de un lado a otro. Esas personas que no se inmutan ante nada porque simplemente no se enteran. Se desconectan, en el sentido real de la palabra, no solo de las redes o la tecnología sino de las noticias, de los otros, de lo que pasa más allá de lo que alcanzan a ver y de su zona de confort. Y parecen felices en sus mundos interiores. No sé. No lo digo por el necesario modo avión que adoptamos en muchos momentos de la vida, laboral y personal, para dosificar el uso de la tecnología y las redes sociales, para dejar de mirar la pantalla y conectar con la realidad de una manera más sana, para vivir plenamente la vida propia de cada una sin sentir la curiosidad de la de los demás. Me refiero a otra forma de ponerse en modo avión. Esa manera de conseguir pasar de todo, como si nada te provocara la más mínima reacción. Callar en lugar de decir. Optar por mirar para otro lado. Una cosa es abogar por una vida más slow, más lenta, más reposada, donde quizás pensemos más y actuemos menos, donde el fin no justifique todos los medios, donde recuperemos el contacto y la esencia de muchas cosas que vamos perdiendo entre tanta celeridad y conexión digital, donde nos quitemos de pantallas y recuperemos el placer de hablar por hablar y otra es no querer saber, ni entender, ni leer o ver las noticias que nos golpean para así no tener que pensar qué hacer ante ellas. En definitiva, no saber lo que pasa para no cuestionarse nada. Esto no es nuevo, el mantra de “yo no leo prensa, no veo las noticias...”. O lo que se lleva últimamente, que es devolver la responsabilidad a los y las periodistas y a los medios, con el cuestionamiento permanente del oficio en lugar de fortalecer la idea de que hoy el buen periodismo, el que no se entiende sin ética, es más necesario que nunca, porque es una guía fiable en medio del caos y porque hay que saber lo que pasa en el mundo para actuar sobre ello, para movilizarnos como sociedad. La información nos permite conocer y el conocimiento es una puerta a la libertad de elegir. Hay bastante de insolidario en ese pasar por la vida pensando solo en uno o una misma, escudándose en poner la atención en lo que de verdad nos importa, en el día a día, en el momento presente sin abrirnos a mirar más allá. Es cierto que a veces dan ganas de cerrar los ojos para no ver y pensar que así nada está ocurriendo. Pero hay tanto por hacer, por compartir, por conocer, por lograr o por contar que se trata de alcanzar un equilibrio entre vivir permanentemente conectado o pasar por la vida en ese modo avión.