Admirado entrenador: Esta no es una carta de despedida sino un folio de ida y vuelta; más que un adiós quiere ser un hasta pronto. Tengo la sensación de que, muy a su pesar, ha decidido hacer una pausa y tomar distancia terrestre con Osasuna porque en la sentimental ya nos ha dicho que se lo lleva pegado a la piel. Y por su palabras no interpreto que pase página sino que deja el libro abierto. Mire, yo era de los que pensaba que usted aceptaría la propuesta de renovación de contrato como en ocasiones anteriores, pero también tenía dudas. Así lo expuse en un artículo el pasado mes de diciembre, tras la derrota (3-2) en Mallorca: “¿Cuánto puede durar el ciclo de Arrasate en Osasuna?”, me preguntaba.

No entraba a valorar ni su demostrada capacidad para el puesto, ni su intenso trabajo, ni su conexión con la grada ni el tacto con el que ha conducido a los chicos de la cantera; era el factor humano lo que colocaba en el otro lado de la balanza, “el desgaste que implica una relación tan larga”, exponía. Luego, lo recordará, usted ya habló de la conveniencia “de no estirar el chicle”. Fueron los prolegómenos. Pero cuando verbalizó el ‘hasta aquí hemos llegado’ dejó al osasunismo descolocado y sumido en un repentino estado de orfandad; no recuerdo, sin embargo, ni una crítica ni un reproche por su decisión. Su comportamiento en estos seis años le autorizaba a hacer lo que considerara más conveniente para su carrera. Nadie puede olvidar dónde y cómo estaban Osasuna y su afición cuando usted vino a Pamplona y dónde y cómo los deja.

Dicen que el fútbol no tiene memoria pero esos son los que tratan de borrar el pasado, porque la huella que usted deja en el osasunismo es imperecedera y ahí quedan sus números que, aunque gruesos, no pueden abarcar los afectos que ha generado entre la hinchada, incluso entre quienes no son seguidores acérrimos pero han visto en usted a una persona cercana y sensible a las inquietudes sociales, que no vive dentro de la burbuja del balón.

Mire, creo que hay dos tipos de entrenadores: los de traje y los de chándal. Incluso circula un estudio que concluye que los futboleros consideran a los técnicos de americana y corbata como más estrategas y a los que visten chándal, más propensos a sacar rendimiento a sus equipos. Usted ha acreditado ser de estos últimos, como Luis Aragonés o como Marcelo Bielsa. Ha sostenido al equipo en la zona cómoda, le ha llevado a pelear por dos títulos y ha asomado la cabeza en Europa. Pero tan importante como el crecimiento deportivo ha sido el emocional.

Cuando llegó de Soria hizo hincapié en un triple reto que puso a la misma altura del ascenso a Primera, y cito textualmente, “encontrar el binomio con la afición para que seamos más fuertes todavía”, dar forma a un equipo “que contagie a El Sadar” y con el que “la afición se identifique”. Lo consiguió y ese es un legado que hay que preservar. Como debe hacer usted con el cariño y el reconocimiento que se lleva de aquí. Y ojalá, parafraseando la canción Tequila, que el tiempo no nos cambie. Será buena señal. Vuelva pronto.