Aquella Plaza de 14.000 metros cuadrados se llenó de libros. Otras veces se había llenado de fusiles, de huelguistas, cantos republicanos y fascistas, de bombas de humo, desfiles, de cafés, procesiones, gaiteros, bailes, juras de bandera, misas de campaña, de parejas enamoradas, pañuelos rojos, y hasta de termas romanas y una muralla medieval que clamó piedad a una alcaldesa sin alma que firmó sin inmutarse la destrucción del mayor yacimiento  arqueológico del norte de la península ibérica. Eso ocurrió en 2002. Pero ayer estaba llena de libros que es la mejor manera de estar llena.

Y es que estamos en plena Feria del Libro. Esto me recordó una anécdota de Jorge Amado que cuenta que llegó a una feria del libro y se encontró con un cartel que decía: “Jorge Amado, el mejor escritor de Brasil”. Recorrió un par de stands más y se encontró con otro cartel que decía: “Guimaraes Rosa, el mejor escritor de Brasil”. Amado no se enfadó, sino que dijo: “Durante cien metros, he sido el mejor escritor de Brasil”.

Dicen, que esa anécdota se cuenta también de Patxi Irurzun, de Maite Sota, Jokin Azketa, Miguel Sánchez-Ostiz, Karmele Jaio y Laura Azcona. Todas estarán ahí, en la que no es la mejor feria del mundo, como no existe el mejor escritor, ni los cien mejores libros pues, como dice Juan Tallón, eso demuestra una pasión insana por números redondos.

Así que hasta el día 9 disfrutaremos de una plaza distinta, ajena a la brutal mercantilización de su suelo público robado por macroeventos turísticos, deportivos, gastronómicos o comerciales tuneados de turistificación sostenible. Ya. Estos días será una plaza okupada por miles de libros, unos de buena escritura, que es como nadar bajo el agua aguantando la respiración, según mi escritor favorito, Rodrigo Fresán; y otros de mucha palabrería arrastrada por la corriente.

Ayer la plaza estaba llena de esos libros. Paseen, compren y lean.