Esta semana ha sido la de los conciertos de Bruce Springsteen en España, con grandes alabanzas a sus apariciones en Madrid y algo menos entusiastas –aunque también positivas– a causa del estado de su voz en Barcelona. El Boss tiene casi 75 años y su estilo vocal no es nada sencillo de mantener con el paso del tiempo. Y menos cuando se dan conciertos tan largos como los suyos y con canciones que exigen mucho a las cuerdas vocales. No hay mucha gente en el planeta como Neil Young o Van Morrison, que a los 79 años apenas han perdido fuerza en su instrumento principal. Quizá solo Mick Jagger, ya con 80, se les acerque en cuanto a mantenimiento, un mantenimiento que ya da mil vueltas a todos sus coetáneos en capacidad de movimientos. No parecen importar no obstante mucho estos detalles a los seguidores de nuestros queridos septuagenarios y octogenarios, que siguen girando por el mundo compitiendo con las estrellas actuales aunque, lógicamente, sin poder lograr las cifras globales de las reinas y reyes del pop. El viernes mismo comenzó una gira por Estados Unidos en la que comparten escenario durante varias semanas nada menos que Robert Plant –casi 76 años–, Bob Dylan –83– y Willie Nelson –91–, lo que demuestra que el poder de la música que son capaces de poner en escena a tan avanzada edad sigue siendo atractivo para miles y miles de personas, que, pese a las evidentes limitaciones en algunos casos –Dylan y Nelson ya no pueden alcanzar determinados tonos–, acuden a ver a estas leyendas más allá incluso de por poder decir que una vez los vieron en directo. Hay también una especie de ritual que consiste en no saber si igual es la última oportunidad de verlos en directo que también hace que muchos finalmente opten por acudir al espectáculo, un espectáculo que alcanza momentos sublimes cuando están en el escenario con apenas su voz interpretando alguna balada. Gloriosos.