Hola personas, antes de nada, desearos a todos un feliz verano, que la canícula nos sea benigna, los ratos de asueto muchos, las fiestas del pueblo inolvidables, las vacaciones largas, los amores intensos y la cartera sin fondo. Con esos mimbres el buen canasto está asegurado.

Hoy he de continuar con el paseo de la semana pasada, pero antes he de felicitarme, con perdón, y felicitaros a vosotros, mis fieles paseantes, porque a todos nos afecta, y es que el pasado día 19 se celebró el Día Internacional del paseo.

Bien, dicho todo lo anterior, continuaremos donde lo dejamos la semana pasada. Habíamos recorrido la castiza calle Dormitalería y nos habíamos quedado a la altura del número 34. Volveremos para atrás para hacer mención de un local importante en la vida social pamplonesa, me refiero a la sede de la Hermandad de La Pasión, en el número 13, con su gran portalón, tras el cual se custodian los pasos que por él salen a la calle en Semana Santa los días en que son procesionados por las calles de la vieja Iruña. Durante esos días la calle cambia su secular silencio por la algarabía que causan miles de pamploneses que se acercan a la sede de la Hermandad a ver esos pasos que, sin ser tan artísticos como los que se dan por otros lares con más tradición imaginera, son los nuestros y a los fieles de esta tierra les gustan y los visitan con devoción.

Frente a la puerta procesional se abre la bajada de Javier, modesta calle dedicada al patrón de Navarra. Digo yo que algo de más empaque en el callejero pamplonés ya se merecía el chico de los Jaso ¿No? Siguiendo mi camino hacia la Catedral, antes de los dominios eclesiásticos, paso junto a las tres casas más señoriales de toda la calle, los números 7, 9 y 11, con sus grandes portales, sus grandes balcones y sus fuertes sillares sobre los que se levantan. Les sigue el callejón que entra hacia la Catedral y la casa número 5, moderno edificio, vivienda de los canónigos. En la acera de enfrente, en el 36, encontramos la tienda de antigüedades de Cacho González, pequeño y castizo establecimiento que lleva años dando nuevas vidas a objetos que se las merecen. Las casas de los canónigos fueron motivo de gran controversia cuando las levantaron. Para ello fue derribado todo el conjunto de edificios que conformaban las casas del Arcedianato, unas de ellas adosadas a las paredes de la Catedral y otras hacia la calle con un gran portalón que daba entrada a un patio en el que una doble hilera de catalpas, que aun se conserva, formaba el centro de aquella pequeña comunidad vecinal que era como una gran familia. Cuando todo esto fue pasto de la piqueta, en el subsuelo apareció la Pompelo romana, pero conservar aquello, llevar a cabo un proyecto que propuso el alcalde Urmeneta, que consistía en levantar una plaza de aires góticos, suponía dejar sin viviendas a los dignatarios eclesiásticos y aquello no entraba en sus planes. Así qué se fotografió lo que había, se sacó lo que se pudo, se levantó una maqueta y se construyó encima. Con un par.

Seguí calle arriba y llegué al número 1, allí se encuentra un edificio que parece ser que no quieren restaurar para que se vea como era el barrio en los tiempos grises en que las fachadas vivían descascarilladas. El edificio en cuestión tuvo un primer uso como casa prioral donde vivía el prior de la seo pamplonesa, luego fue residencia de sirvientas y después albergó una escuela infantil en la que muchísimos pamploneses, de la mano de sor Cecilia y otras, aprendieron sus primeras letras. Hoy en día su planta baja está ocupada por la librería diocesana y yo muchas veces la visito porque tiene una sección de libros sobre Navarra en la que siempre encuentro alguna obra interesante. En esta ocasión no fue diferente y compré un libro del histórico bibliotecario catedralicio D. José Goñi Gaztambide titulado “Mariano Arigita y Lasa (1864-1916) Vida y obras. Crónica de Navarra”. En él encontramos una especie de diario en el que D. Mariano, archivero municipal, archivero de la Diputación, capellán de la misma y canónigo de la Santa Iglesia Catedral, va contando en escritos breves, sucedidos, anécdotas, hechos acaecidos en el día a día de los años 1897 a 1903. Al final del libro describe como transcurrieron las elecciones municipales de 1903 y da cuenta de los resultados, con nombres y votos conseguidos por los diferentes candidatos, y remata la crónica en los siguientes términos: En su consecuencia el día 1º de enero próximo quedará constituido el ayuntamiento de Pamplona en esta forma: 16 concejales decentes y 9 republicanos. ¡Toma ya!

Por fin llegué a la Catedral, eran las 10:30, aboné mis 5 euros y entré, antes pregunté a que hora había visita guiada a la campana María y el chico de la taquilla me dijo que a las 11:30, así que tenía una hora para deambular por la nave, las capillas laterales, la antigua parroquia de San Juan Bautista, la girola, y, sobre todo por el claustro, allí el sol entraba por las góticas tracerías de los arcos y alegraba paredes y suelo. Gentes iban y venían, peregrinos, colegiales, unas señoras de Granada que me pidieron que les hiciera una foto, por favó, una pareja de japoneses que van con el tiempo justo, lo miran todo, lo fotografían todo y siguen deprisa. Les falta tiempo precisamente en el lugar en el que el tiempo está parado. A las 11:20 me dirijo a la puerta donde nos han citado. Dos parejas y yo somos los únicos interesados en subir los caracoleros peldaños que nos llevan a la gran campana. Llegamos a ella y tenemos Pamplona a nuestros pies, la vista es larga, la ciudad se acaba y siguen los campos que oyen el tañido de María, lo que llamamos la Cuenca. Fotos y más fotos y bajamos. Al bajar, Ana, nuestra guía, nos deja en la casa del campanero que podemos recorrer a nuestro aire; una puerta que da paso a una estancia oscura me llama la atención, entro y veo que por ella se accede a una pasarela que discurre por encima de las góticas bóvedas de la nave catedralicia, en las paredes se exponen las herramientas que sirvieron para levantar la fachada en el S. XVIII, poleas, maromas, polipastos y al final del recorrido un interesante video de 7 minutos explica cómo se tuvo que apañar Santos de Otxandátegi para llevar a cabo la obra ya que, aunque se considera a Ventura Rodríguez el padre de la criatura, el título del video deja claro cuál fue su aportación a la misma: “Un dibujo, solamente un dibujo” y a partir de él el vizcaíno Otxandátegi se hubo de apañar para llevar la empresa a buen puerto. Y lo logró a pesar de muchos pesares.

El espacio se me acaba, solo me resta decir que… YFM.

Besos pa tos.

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