No aparece en el diccionario de la RAE, pero forma parte del vocabulario técnico. Se suma a los debates contemporáneos sobre el antideslizante y la disyuntiva adoquín-loseta. Encierro: su recorrido callejero, el templo del más famoso ceremonial pamplonés. Pocas reformas en el último siglo: modificaciones en el vallado principal, creación del doble vallado para liberar de espectadores la zona de evacuación, policías, sanitarios y prensa, instalación de puertas transversales, apertura de gateras en el callejón, ensayos esporádicos de aplicación de arena en algunos puntos, contención “a raya” de los primeros corredores, y cambio de giro al final de Estafeta en función de la ubicación del coso taurino. La supresión de aceras en Mercaderes y Estafeta alborotó el debate social.
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Para unos, eliminación de tropezones y golpes con el bordillo; para otros, retirada de un pequeño desnivel que acotaba el campo de embestida del toro. Asumida la decisión urbanística, otra discusión: ¿adoquín, como en el centro de la calzada, o loseta, a modo de sendero peatonal? Años más tarde, la preservación de la integridad de los toros determinó la aplicación de antideslizante en “la curva” del encierro. Con tanta devoción a sus resultados que ya se aplica desde el final de Santo Domingo. Para mí, una alteración de las condiciones naturales del trazado. Consecuencias: pérdida de relevancia de la curva Mercaderes/Estafeta –antaño determinante en composición de la manada y comportamiento de los morlacos– e incremento de la velocidad de los toros, entrenados además de antemano en las dehesas. El protagonismo de la alcaldesa Ibarrola sorprendió con un mausoleo de héroes difuntos repartido en placas metálicas conmemorativas según el punto del percance mortal. Solo se colocaron la mitad de las 16 correspondientes al memorial completo. Fue cosa suya, sin encomendarse a la Mesa de los Sanfermines ni a la del Encierro. A su mayor gloria política. Un resbalón.