Día más fresco. El mejor para algunos, pero no para la solanera, ni para los sombríos paganos. Calor y moscas, más toros que se muevan, buena tarde de toros. Y no sé porqué, aquí arriba, y no soy el único de la zona canalla, nos hemos aburrido. Igual dicen que es porque aquí no percibimos el ambiente, como hace el personal que, un día más, de no hay billetes, puebla los cementos de esta Monumental.
Pero, antes de entrar en materia, gracias al asesor por parar la mano suelta de la presidenta, dispuesta a dar lo que fuere a cualquiera de los actuantes. Bueno. No. A cualquiera no. Al muchacho de Lima. No parece haber aprendido mucho desde su carrera por el callejón siendo la buena mujer delegada del Gobierno. Y al lío. No hay manera de encontrar un Feria del Toro. Hoy era el día. Por la mañana premio del pasado ciclo. Por qué no repetir por la tarde. A los jurados, no sé qué está pasando, pero alguien se lo está poniendo más que difícil. Yo sigo sin encontrar nada redondo. Va a pasar que, cuando más tarde pasamos, lo del 7 y 8 va a parecer lo mejor. Será que el que les escribe es el malo de la clase. Pues en mi defensa, que no lo quiero negar, estamos unos cuantos escribiendo y diciendo las mismas cosas. Y si esto es lo que nos proponía la casa de Don Tello, que nadie debe dudar por certeza y fiabilidad, ya que de veinte intervenciones en este siglo, la mitad de ellas venían con premios, algo impresionante, hoy ha tocado la de cal. Buscando y rebuscando en el animal, acompasar algunos. Dejarse otros.
Uno, el que más me ha gustado si leen las ‘noticas’ de abajo, hasta me parecía que buscaba el engaño con codicia. Pero, hasta ahí. Es bueno tener compañeros de pupitre que me dicen que espero demasiado de esta casa, y que siempre le puntúo demasiado bajo. Puede ser. Además que diga lo que diga, no es que no tenga ni importancia ni interés, que también puede ocurrir, para la casa andaluza de Mérida, es que uno conoce bien lo que da esos pagois. Y exijo más de lo visto hoy. Eso es para mí. Y para quien me quiera entender. El año que viene seis pavos de relumbrón, que los habrá. Y fuera de mandones de nada. Porque, al final, a mi juicio de esto va la historia. Contra más personajes principales, ya no digo nada del mandón que al grito de PERÚ, PERÚ, PERÚ, exporta su país más que todo el pisco y el pescado del planeta, y que esta plaza ya le debe regalar las llaves del cotarro, circula un toro que parece otro.
El chaval se lo gana. No digo lo contrario. Pero, delante mía, en la grada, sin ir siquiera a la esforzada portagayola, ya tenía una docena de señoras y señores, bien vestidos y que parecían serios, pidiendo la oreja. Así que, al final, lo de menos es si el toro va o viene, se mueve con clase o no. Lo importante es jalear al nuestro, llenar los tendidos, cosa que siempre se hace, esté quien esté, desde que era chico, y hoy en día es viva Perú.