La otra corrida más esperada del serial entretuvo a todo el llenazo, reventa cara incluida, como hace tiempo. El hierro de Jandilla y sus seis ejemplares propiciaron el triunfo de Andrés Roca Rey, que cortó dos orejas de su lote y salió a hombros por la Puerta Grande del Encierro. Y no fueron más porque el buen aficionado que es José Mª Sevilla le esposó la mano a la presidenta Alba. El otro trofeo de la función se lo ganó por su buena clase y elegancia Pablo Aguado.

Cayetano no compareció lo mucho que se le esperaba. Tanto era que La Pamplonesa se arrancó a tocar sin ningún mérito y siguió tocando cuando la tizona ya viajaba hacia el morrillo del jandilla que rompió plaza, Opaco. Tanta falta de sincronía y lógica llegó al climax con que hubiera una petición de oreja bastante potente y que, al no concederse, todo quedara en silencio. Ni palmas, ni saludos, no ovación ni ná de ná. Inaudito como se pierden los modos y liturgias taurinas y democráticas. El tal Opaco fue un toro medio de cuerna acaramelada, como sus otros hermanos. Manejable, pero con escaso empuje. Cayetano pareció apretar de salida con sus rodillas en tierra de dinastía, pero pronto se vio que no pasaba nada. En cuarto lugar, segundo del lote de Cayetano, saltó al ruedo un Zabra, uno de los tres cinqueños de la función, pero que aún fue peor que Opaco. Calamocheo, gazapeo y escasos trancos de entrega. Molinetes y demás por ahí sueltos no fueron suficiente para justificarse. Y lo peor vino con un sainete de feos pinchazos. Mal lote y mal Cayetano.

Roca Rey topó en primer lugar Pasota, otro buen mozo cinqueño que, como casi todos los del sexteto, fueron abantos y protestaron con la cara alta en los petos de los piqueros. El peruano, como hiciera también ante el quinto, se fue a portagayola con demasiada parsimonia. Aguantó el órdago bien y enjaretó media docena de delantales vibrantes: ajustados. Declaración de intenciones de hacer pleno de pelúas. Más vale que el presi del Taurino amarró las exageraciones.

El peruano cerró su doble presencia en la feria ante Omeya, un precioso jabonero sucio que lideró la manada en el encierro matutino. Por cierto, se sigue buscando al mozo que lo borda en el encierro camuflado sobre una peluca. Se dice que es de un pueblo de la Merindad de Sangüesa. Lo más potente de la tarde vino con el encuentro entre el peruano y el jabonero que hizo quinto, un torazo de nombre Omeya, que tapaba una cara más abrochada con su pelaje y su musculada morfología. Además, Omeya favoreció con su bravura y acometida por abajo los dos mejores momentos de Roca: unas buenas verónicas de rodillas (de pie no las ha hecho mejor nunca) y dos tandas de encaje colosal en redondo. Ahí sí brotaron los olés taurinos de verdad.

Los otros olés de talla los escuchó Pablo Aguado acoplándose a un tercero, Jaramago, que, sin decir mucho en los primeros tercios, fue yendo a más y terminó de entregarse de manera excelsa en la muleta relajada del fino torero sevillano. Ante el deslucido sexto, un colorado que atendía a Ratero, intentó repetir sin conseguirlo.

Y Roca salió a hombros otra vez.

Los toros

Jandilla Seis toros algo dispares de hechuras. Sin fijeza de salida. Sin especial brillo en el primer tercio. Nobles y manejables en la muleta, aunque con falta de empuje. Destacó el jabonero 5º por su poder y un tercero que tuvo calidad en la muleta.

Los toreros

Cayetano. De blanco y plata. En el 1º, estocada (petición y silencio). Y en el 3º, 5 pinchazos, media fea y descabello (silencio tras aviso).

Roca Rey. De chocolate y oro. En el 2º, estocada caída (oreja y petición de la 2ª) . Y en el 5º, estocada (oreja).

Pablo Aguado. De frambuesa y oro. En el 2º, estocada corta (oreja). Y en el 5º, pinchazo y estocada atravesada (silencio).

Las gradas

Presidencia. Bien a cargo de Carmen Alba, asesorada por José Mª Sevilla y Roncesvalles Arraiza.

Ambiente. Llenazo. Nublado y temperatura agradable.