Es inevitable: oyes hablar con acento extranjero a un medallista español –sea el acento estadounidense del nadador López Zubero o el baloncestista Lorenzo Brown; el cubano de Jordan Díaz; o el alemán del famoso Mühlegg (que fue Juanito mientras ganaba y volvió a ser Johann cuando se descubrió que en el EPO de sus venas había algo de sangre)– y tiendes a pensar que sus éxitos se los ha robado España a sus países de procedencia, porque el expolio de grandes figuras ha sido siempre una de las características del deporte del llamado Primer Mundo. Pero es recomendable analizar caso por caso, porque últimamente casi todos esos deportistas no acaban aquí porque vayan a por ellos sino que es justo al contrario: se ofrecen ellos a países donde saben que, haciendo lo mismo, van a ganar mucho más dinero y, por tanto, a vivir mucho mejor. En lo que a ellos respecta, el globalismo y el multiculturalismo son un gran invento.