Los libros tienen muchas vidas. La vida de los y las protagonistas que transcurre por sus páginas y las de los propios libros como objetos. No hay dos miradas iguales sobre una misma historia, por eso la lectura es un placer individual.
Pero al mismo tiempo compartir lo leído es una estupenda forma de socializar. Poner en común las historias o pasar de unas manos a otras ese ejemplar que te ha marcado, con las hojas dobladas en los fragmentos que quieres retener, con restos de arena de la playa si han sido lecturas de verano o quizá hojas secas entre las páginas si toca leerlos en otoño. Justo ahora entramos en esta estación y hay que dejar atrás el verano, con todo lo que ha dado de sí, con sus muchas cosas buenas y algunas no tanto que tocará gestionar. Esa estación en la que tantas expectativas ponemos, por eso de que el tiempo, al menos el cotidiano, se ralentiza. Y en esas horas para una misma leer sigue siendo parte de la felicidad.
Vivir esas otras vidas que esconden los libros y que te dejan entrar y formar parte de ellas sin apenas pedirte nada a cambio, solo tu atención. Justo estos días tenemos en Iruña la feria del Libro Antiguo (que no viejos porque no envejecen) con esos títulos que esperan una nueva oportunidad de ser leídos. Ejemplares al alcance de casi todos que valen mucho más de lo que cuestan. Seguro que entre las joyas habrá alguno de Pamiela, la editorial navarra que tanto aporta y ha aportado a nuestra cultura y que ahora cumple ya los 40 años. Décadas publicando libros con vida propia, por dentro y por fuera, cuidando las palabras y su contenido, como esa caja mágica a la que alude el nombre, y que si se abre, seguro esconde algo que descubrir.