Seguramente, los ciudadanos no estén tan atentos al seguimiento de los medios, las redes y las filtraciones que acompañan el devenir político de este presente. Lo pienso porque asistir al día a día de la exposición de la política a la interpretación de su propio mundo es difícil, si no imposible, de poder seguir sin perderse en el laberinto de juicios, comisiones, elecciones, dimisiones, corrupciones, tribunales, investigaciones... o echarse las manos a la cabeza y huir del tedio que todo ello suma.

Cada semana tiene su propio capítulo en una serie en el que los episodios no parece que vayan a llegar nunca a un final. Tenemos en el menú la comisión de investigación sobre la DANA, la investigación judicial sobre el mismo caso, la comisión de investigación sobre el caso Koldo en el Senado o el juicio al Fiscal General del Estado en el Supremo o la vuelta de Juan Carlos de Borbón con su libro de memorias debajo del brazo como mínimo, porque seguro que habrá más que han caído en un segundo o tercer plano como el juicio a la Gürtel aún dando vueltas, la trama eólica en Castilla y León o el silenciado caso Montoro.

También sigue su andadura con escasas novedades la comisión de investigación en el Parlamento de Navarra sobre las hipotéticas conexiones de la llamada trama Cerdán con la adjudicación de obras públicas en Navarra. Pero en todo ese escenario desolador sobresale el personaje de Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de Ayuso, en mitad del barullo mediático y judicial que ha llevado al Fiscal General Álvaro García Ortiz al banquillo.

Ha logrado a base de difundir bulos que de un posible delito fiscal y de falsedad documental del novio de la presidenta de Madrid de más de 200.000 euros a Hacienda, de una trama de empresas pantalla, paraísos fiscales, pisos de lujo, coches horteras de alta gama se acabe mandando palante a una de las máximas instancias democráticas del Estado por un presunto delito de revelación de secretos. MAR es un viejo vividor de las cloacas políticas y mediáticas desde tiempos de Aznar, que ha perseguido y elaborado listas de periodistas por no ser afines y amenazado e insultado también a periodistas por desvelar la verdad. Esta España de la crispación con tintes golpistas, aún desde la distancia de la situación política actual de Navarra, resulta insoportable.

Ni los discursos y actitudes extremistas de un lado u otro, ni la constante emisión desde los altavoces de las derechas de mensajes que describen a una Navarra tan desoladora como irreal van a cambiar la Navarra real de hoy, con sus problemas incluidos. MAR como Villarejo, Koldo, Aldama y otros muchos célebres de una larga lista negra de nombres con la misma ninguna catadura moral son los síntomas y la amenaza real de la gravedad del actual Estado enfermo en la que la mentira, la corrupción, el autoritarismo y la involución antidemocrática parecen campar a sus anchas sin coste alguno. Los responsables son quienes trapichean con ellos y les otorgan un inmenso poder al margen de los principios democráticos. Lo peor es que han penetrado en las en las entrañas de las principales estructuras del Estado. El riesgo final es que lo acaben convirtiendo en un Estado oscuro sin otro orden y otra ley que no sean los suyos.