Actividad física delante de un televisor. Una mañana, mi pulsómetro se disparó. ¿Aumento de la intensidad sobre la cinta? No. La brusca subida de mi pulso arterial respondió al estímulo de un sobresalto: Cándido Méndez (Badajoz, 72 años), secretario general de la UGT (1994-2016),proponía la recuperación del servicio militar obligatorio. Argumento: “Se está deshilachando la identidad nacional”.

Percepción suya: “En España, la bandera no nos emociona”. Pues que recluten a los exaltados del “¡Yo soy español!” tras una gesta deportiva. Miembro del PSOE y de la UGT desde 1970, diputado a Cortes (1982-86), recomienda la mili para “potenciar los rasgos que nos unen” y para “fomentar la convivencia y el sentido de pertenencia entre los jóvenes de diferentes regiones y orígenes”. Mili de unos meses, acorde con la sociedad actual, paritaria, para “transmisión de valores cívicos”. Formé parte de aquella recluta obligatoria suspendida en 2001. Un secuestro patriótico. No comparecer al llamamiento o escaparse se consideraba deserción. La objeción de conciencia y la insumisión (Navarra, un referente) tardarían años en aparecer.

La Guardia Civil localizó e incorporó a mi campamento a un joven burgalés criado entre animales. Apenas sabía articular palabra. En un ejercicio de tiro, empezó a girar sobre sí mismo con el arma en posición de disparo. El cuerpo a tierra fue general entre una juventud a la que el valor “se le suponía” según rezaba en la cartilla. El alto riesgo de su comportamiento le devolvió por donde le habían traído. No reconozco valor cívico alguno que incorporase por mi experiencia castrense, basada en disciplina ciega y obediencia irracional. Solo pido que mi esperanza de vida se prolongue por aquel tiempo perdido. Tras “la verde” –salvoconducto transitorio– y “la blanca” –licencia definitiva–, el lastre de la pesadilla nocturna de una vuelta al cuartel al despertar. La mili. Receta de Méndez. Cándido. Sinónimo de panoli.