Ojo al dato: el 68% del gasto de cada turista que visita una ciudad se lo apropian los fondos inversores y lobbies hosteleros, sectores muy influyentes en ciudades donde se han privatizado las plazas, aceras y hasta las alcantarillas. Y si se hace es porque el modelo de turistificación lo permite sin complejos. Un modelo responsable del alza del coste de la vivienda a costa de la inflación de apartamentos turísticos, la masificación de los espacios públicos o la pérdida de identidad comunitaria y el tejido comercial de proximidad. Pero esto se justifica con un discurso imbatible: sin turismo España se hunde, el paro sería inclemente y la vida sería aburrida sin esos veranos llenos de fiesta y madrugadas de resaca.
Así que a la izquierda la turistificación le ha pillado sin discurso y a contrapié. Por eso carece de propuestas para repensar los modelos de ocio y turismo que necesitamos para la mayoría social sin caer en el moralismo, el acomplejamiento o la timidez. Porque, como dice J. Dioni, la izquierda hoy no se plantea solución alguna fuera del mercado. Y claro que confrontar esto es complejo frente a lobbies poderosos y discursos esencialistas, sí. Como lo fue argumentar tantas batallas ganadas. Por eso la izquierda necesita cuestionar los modelos de resignificación turística por parte del gran capital y de no pocas administraciones. Ese modelo que hoy aspira a la elitización del turismo, ahora verde y sostenible, dejando al margen a ese tercio de población que nunca va de vacaciones.
Por eso implementar una tasa turística por San Fermín no es suficiente. Porque solo gestiona flujos, pero no cuestiona el modelo turístico imperante. Servirá sí, para sufragar gastos derivados de la turistificación sanferminera. Que no está mal. Pero necesitamos un plan de choque para frenar este turismo masivo y extractivista, un plan para dejar de crecer turísticamente.
Pero esa es otra tasa.