Yo estaba bastante tranquilo, en general. De vez en cuando, lógico, tengo mis miedos y mis cosas, como todos, pero, así y siendo sincero, soy de naturaleza optimista. Hasta que habló Javier Taberna, que es presidente de la Cámara Navarra de Comercio en Industria antes de que se abriera el primer comercio –concretamente una pescadería en el lago Tiberiades, no confundir con Calzados Tiberio–.
Porque si Taberna, nada menos que él, en unos premios que otorga la organización que preside, es capaz de decir que “estamos ante el ocaso de nuestra civilización”, amigos y amigas, es que algo serio se está cociendo en el Cosmos. Porque no es ya solo que en Navarra no se mueva un boli sin que se entere Taberna, es que si alguien que lleva en las instituciones económicas desde que funcionaba el trueque tiene ese pálpito no hay ni mucho menos que desdeñarlo o pensar que estamos ante un nuevo Bosé.
No, Taberna habló de una especie de fin de la relevancia de Europa, comparable al “fin del Imperio Romano” y prosiguió añadiendo que “el cambio de la hegemonía política y económica de las naciones, incluso de continentes, las nuevas tecnologías en poder de unas pocas superpotencias y macrocorporaciones industriales, la inteligencia artificial o el propio ser humano y su macabra tendencia a la autodestrucción me hace pensar que estamos asistiendo al final de una era.
Asistimos al ocaso de nuestra civilización”. Ojo cuidao, que no digo yo que no lleve razón, ni mucho menos, tal vez la lleve toda, pero me preocupa ese aparente tono fatalista, el clásico pesimismo de quien quizá observa el fin de algo y nos lo comunica para que nos vayamos preparando. Ya digo, estemos o no estemos ante el fin de algo, ante el ocaso o no de nuestra civilización, al menos a mí me consuela que él estará aún de presidente de la Cámara. En momentos de incertidumbre no hay que hacer mudanzas.