La nieve llegó a tiempo de despedir a Arturo Gracia. No podía ser de otra manera. La nieve siempre estará en deuda con el pintor que tantas veces la retrató: envuelta en un paisaje urbano, descansando en un rincón rural, enseñoreándose de la naturaleza cercana… Arturo amaba tanto a la nieve que nunca le importó que su legendario bigotón negro quedara blanqueado por las pinceladas del tiempo. Al contrario, ese mostacho cano le daba un porte aristocrático, muy a tono con sus gestos, mejor dicho, con su gentileza.

En su profesión de periodista, Arturo Gracia adoptaba una actitud paternal con los que empezábamos en el oficio; en aquella abigarrada cabina de prensa del viejo El Sadar ponía siempre alguna gota de humor entre el humo de los cigarros y el frenesí de los bolígrafos. Era difícil no tenerle cariño. Cronista deportivo primero en Arriba España, luego en La Gaceta del Norte, Hoja del Lunes y finalmente en El País, publicó dos libros con Osasuna como protagonista. En el segundo de ellos consiguió que escribieran todos o casi todos (no recuerdo si se excusó alguno) los periodistas que de una forma u otra, en prensa, radio y televisión, estaban cerca del equipo rojillo. Eso no lo ha vuelto a conseguir nadie.

Arturo Gracia posa para una entrevista en 2010 junto a varias de las obras que exhibió bajo el título "Nieves, otoños y primaveras (en los paisajes queridos). Patxi Cascante

Una tarde de un tiempo lejano, Arturo me llamó para tomar un café. Subimos luego a su estudio de pintor, en la calle Estafeta. Vivían allí, en armonía, todos los colores de su paleta. En ese espacio había material para otra exposición como las que, quien fuera artista precoz, llevaba habitualmente a Madrid o Bilbao, entre otras ciudades. De pronto, tomó un cuadro y me lo regaló. Es un paisaje de la Cuenca y el título de la obra lo había grabado en una plaquita: La Higa de Félix. Nunca estuve a la altura de su generosidad.

Este diciembre, en fin, tampoco recibiremos uno de aquellos calendarios de bolsillo que ilustraba con alguno de sus trabajos. Con los años no pudo mantener una tradición que para quienes le guardábamos afecto tenía más de anuncio de la Navidad que el encendido de las luces de El Corte Inglés. Arturo falleció el pasado domingo a los 88 años de edad. Ayer, la cima de la Higa de Monreal estaba cubierta por un gorro blanco en señal de respeto.