Ha pasado un año desde la moción de censura que cambió la suerte del Ayuntamiento de Iruña. Una cabeza visible pero el sustento de cuatro fuerzas que han conseguido poner en marcha nada menos que 54 proyectos en diferentes barrios.
Una alianza que ha sobrevivido en su apuesta por el interés general pese a la críticas de la oposición. No creo que haya un gobierno más complicado -por muy aburrido que haya sido el Debate sobre el Estado de la Ciudad- y con una oposición más frentista. Tiene mérito por responder a una coalición entre fuerzas dispares -EH Bildu, Geroa Bai y Contigo Zurekin- con el apoyo del PSN en un consistorio que ha estado mucho más tiempo en manos de la derecha que de las fuerzas de progreso, y con un pacto inverso en el Ejecutivo (con el PSN en la presidencia).
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Desafío porque pese a las diferencias ha sido capaz de sacar adelante dos proyectos presupuestarios, el último histórico de 287,7 millones. Porque ha alineado a Gobierno y Consistorio para impulsar vivienda accesible -aunque vamos muy, muy tarde- o a la hora de prohibir nuevas licencias turísticas en la ciudad. Para el que es importante subir la contribución urbana allí donde toque después de años mirando a otro lado (los servicios se prestan con ingresos no con ayudas). Y que reformará Los Caídos, proyecto para el que, sin estar personalmente de acuerdo, han sabido consensuar una salida. Y de eso se trata. El mayor reto será 2025 porque tras la lista de propósitos viene su ejecución.