El Parlamento de Navarra dio este jueves luz verde a los Presupuestos para 2025 y aprobó también cambios mínimos en el modelo fiscal que ni siquiera se pueden considerar una reforma. Son los décimos Presupuestos que Navarra aprueba de forma consecutiva, una realidad que confirma la situación de estabilidad institucional y política que atraviesa la comunidad desde el cambio político de 2015 y que ha servido para fortalecer los servicios públicos, la creación de empleo y equilibrar las arcas forales que quedaron vacías tras la gestión de las crisis de 2008 y 2011.
Lo importante no es solo que Navarra tenga nuevas Cuentas, que también lo es, sino que esas previsiones se ajusten a la realidad de una situación económica y de ingresos, contribuyan al fortalecimiento de la calidad y nivel de las prestaciones públicas y al desarrollo económico y de empleo. Es cierto que hay señales de inestabilidad en este caso y el anuncio sorpresa del cierre de BSH es el último ejemplo, aunque al mismo tiempo las previsiones de crecimiento señalan al 1,9% del PIB y la ocupación laboral cerca del pleno. Sigue siendo tiempo de arrimar el hombro y de alcanzar pactos constructivos que antepongan el interés general y la solución a los problemas y necesidades de la sociedad navarra a los intereses partidistas.
La apuesta por la crispación y el barullo o los discursos del pesimismo apocalíptico de las derechas se saldarán de nuevo con el resultado de fracaso. Simplemente, porque con los problemas e inquietudes que acompañan a este tiempo, la sociedad navarra, al menos una mayoría, vive y convive en una realidad más positiva. Los Presupuestos no son sólo una inmensa recopilación de cifras en cientos de líneas de gasto distribuidas por todos los departamento del Gobierno, son un instrumento político e inevitablemente contienen desde el diseño de sus prioridades hasta las apuestas de inversión un componente ideológico. En el caso de Navarra, son en la medida de las posibilidades y capacidades propias una alternativa contra la concentración de poder y la limitación del bien común que ha producido el neoliberalismo fallido de este siglo XXI.
El mundo, pero no Navarra, está hoy peor que hace cinco años y peor también que hace 15. Son, o deben serlo al menos, una vía desde el ejercicio del autogobierno y de la acción pública con el dinero de los contribuyentes navarros para profundizar en los valores de una ética humanista de lo público para construir convivencia y construir comunidad desde el reconocimiento de derechos y la asunción de deberes individuales y colectivos como un bien común e individual global y como la alternativa a la ira y el autoritarismo en la política y a la austeridad, la especulación, el abandono de las nuevas generaciones y el asalto a la riqueza común en la economía.
Porque de los Presupuestos, del gasto que priorizan, de las partidas de contienen y de la estabilidad que generen depende gran parte de la futura generación de riqueza y empleo y, con ello, del bienestar de la ciudadanía. El Gobierno de Chivite tiene asegurado otro año de estabilidad institucional y capacidad presupuestaria para tomar decisiones, pero deja pendiente para 2025 una reforma fiscal que atenúe la poco equitativa distribución de la aportación fiscal en favor de las rentas altas, del capital y de Sociedades con beneficios y aplique medidas que bajen la tensión tributaria a las rentas de trabajo, pymes, autónomos y comerciantes.