Un 31 de diciembre de hace cinco años, las autoridades chinas comunicaban a la Organización Mundial de la Salud (OMS) la existencia de un brote de “neumonía de origen desconocido” en Wuhan con 27 hospitalizados. La historia posterior de la pandemia covid-19 es de sobra conocida y los sucesivos escenarios de errores y aciertos en la gestión de la enfermedad y su expansión, así como de las medidas que permitieron contenerla sigue demandando un aprendizaje para evitar su repetición.

La concienciación social llegó con la constatación de la facilidad de contagio de un proceso vírico que puso en las agendas de las autoridades de todo el mundo la necesidad de confinar a las personas, dotarlas de medios protectores, reforzar los servicios sanitarios y acompañarse de medidas paliativas del impacto en la actividad económica, formativa y la distribución de bienes. Lecciones aprendidas a medias no tanto por la reproducción de los usos y costumbres previos a la pandemia como por la dificultad de establecer mecanismos estables para prevenir, y responder al impacto de una enfermedad de transmisión aérea.

La OMS intenta desde hace dos años un acuerdo global que permita establecer protocolos y compromisos de información, distribución de materiales y mecanismos de gestión acordados y compartidos. No lo ha conseguido aún y las resistencias a compartir información o a facilitar el acceso y la distribución de vacunas con la prioridad de la salud colectiva sobre el derecho privado de las patentes sigue siendo un freno.

La coordinación de medios y recursos acreditó su efectividad en Europa con una eficiente vacunación. Pero igualmente se hizo evidente la necesidad de disponer de una red básica de producción de materiales sanitarios cuya dependencia de Asia persiste en gran medida. Y está pendiente la regulación de las medidas extraordinarias que no generen inseguridad jurídica por el choque de intereses individuales y colectivos –las sentencias que han tumbado la restricción a la movilidad, a la actividad hostelera o incluso la aplicación de ERTES son muestra palmaria de esa carencia–. Recientemente, se advertía de que la ya extendida gripe aviar está a una mutación de que el virus causante se transmita entre humanos. Una falsa sensación de seguridad favorecerá que sea un problema grave.