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Huele a gas

Un despliegue propio de una catástrofe. De lo que pudo ser una catástrofe.

Fotos de los daños tras la explosión en una vivienda de Noáin (Navarra)Oskar Montero

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El olor a gas flotaba por la avenida de La Lostra. Unas gentes corrían a toda velocidad a la zona de la explosión, señalada por una chimenea de humo; otras lloraban sin saber adónde dirigirse, aturdidas por el sonido de las sirenas y su propio pánico; los más, llegaban hasta la cinta que cercaba la zona. La deflagración puso en alerta a un pueblo a cobijo de otra tarde fría de invierno. La inquietud por la gravedad del suceso crecía en la medida en que la zona cero no era visible, ya que las casas están al otro lado de la avenida y tienen enfrente la autopista y la autovía que cierran un posible crecimiento de la localidad por el este. Agentes de la Policía Foral se quitaban de encima al periodista que buscaba información mientras un joven con las manos protegiendo sus oídos era conducido al Centro de Salud. Cerca, un hombre que no podía quitarse el susto del cuerpo explicaba que su hijo había escapado de la explosión por los pelos. Al lugar no dejaban de llegar ambulancias, vehículos de bomberos y patrullas de policías y Guardia Civil. Un despliegue propio de una catástrofe. De lo que pudo ser una catástrofe.

Al amanecer del día siguiente, las imágenes confirmaban esa idea. Las paredes de las viviendas reventadas por la deflagración quedaron hechas polvo. Que no hubiera víctimas mortales parecía un milagro. Pero en los corrillos, los vecinos se preguntaban por qué nueve personas sufrieron heridas si dos horas antes habían puesto en marcha el desalojo, si alguien había autorizado la entrada posterior pese al riesgo latente o es que no quedaba nadie que les hiciera desistir de su idea. Ya se sabe que en las tragedias el porqué se pone rápidamente por delante del cómo.

El gas natural es primo hermano del monóxido de carbono, ese asesino silencioso fruto de la combustión que mata con la delicadeza de una anestesia. Solo que el gas doméstico da una oportunidad y avisa al olfato. Pese a la alerta sensorial, la cifra de fallecidos en España por explosiones de gas en viviendas durante este siglo superaría de largo la cifra extraoficial de doscientos. En Noáin, el viento ha deshecho el gas que, sin embargo, ayer todavía seguía prendido en el cerebro de sus gentes.